
Por: Leonardo Franco Arenas – www.latardedelotun.com
___En la memoria de los colombianos de más de veinte años y en documentos que recopilan la historia nacional, quedó grabada la imagen del presidente de ese entonces, Andrés Pastrana, aquel 7 de enero de 1999 cuando pretendía dar inicio a un proceso de paz con las Farc; Manuel Marulanda Vélez, alias Tirofijo no acudió a la apertura de la negociación en San Vicente del Caguán y dejó la silla vacía. Esa inolvidable imagen tuvo un dejavú hace poco, con actores diferentes, pero con iguales causas, la violencia. La muerte de 10 personas, heridas a más de 100 por balas de la policía y el traslado de las masacres del campo a la capital, ameritaban el compromiso de las autoridades civiles y de policía para que esta espiral de protesta y violencia se detuviera, ¿el inicio? la realización de un evento con la participación de víctimas y victimarios. No fue así, el protagonista principal de este acto, el comandante en jefe de las fuerzas militares, quien tiene bajo su mando a la policía nacional y fuerzas militares, no asistió y dejó la silla vacía como hace 20 años la dejó Marulanda.
Tirios y troyanos criticaron la acción del jefe máximo de la guerrilla de las Farc, la catalogaron como una afrenta a la voluntad de paz del gobierno y un portazo a las intenciones de desescalar el conflicto, días después todo se fue a la basura y nuevamente la guerra por 15 años más, ríos de sangre, el resultado a esa silla vacía.
Duque y sus asesores tratan de minimizar el tema, esto es imposible, el ciudadano colombiano entiende el desprecio del que es víctima por parte del gobierno y los ricos de la nación, solo les interesa que el país se incendie para tener la excusa de sacar los militares y las tanquetas a la calle y acabar con lo poco de democracia que queda, como lo expresó el detenido del ubérrimo, en un trino cargado de odio y amenazas.
La palabra puede tener una manera de enmascarar la realidad, también de utilizarse como mecanismo de dominación, en consecuencia, hoy día, la moda es banalizar los hechos, restarle importancia a la realidad disfrazándola con temas triviales, de poca relevancia, buscar efectos que desenfoquen la atención pública de los sucesos graves que afectan al país. Para corroborar lo anterior, hechos que hacen parte de la cotidianidad del país como el más reciente, la silla vacía, los grandes medios de comunicación, las bodeguitas e “influencer” de la derecha en las redes sociales, fijan el foco de importancia y la atención de sus noticias, en la colocación de un papel con el nombre del presidente en la silla asignada, a él, era a quien finalmente esperaban los familiares de las víctimas. Con esta retórica han tratado de desviar la atención de la inasistencia de Duque a un evento convocado por la mandataria distrital, una celebración ecuménica, un acto de perdón y reconciliación para honrar la memoria de las personas fallecidas en los hechos ocurridos en esa ciudad durante los últimos días. La soberbia, el desprecio por el ciudadano y lo que les puede pasar, el irrespeto por la maltrecha democracia, la cooptación del estado y un sin número eterno de etc., nos hace entender que hay una clase y una facción de políticos de un partido, que como dicen los costeños, les vale verga lo que pase, lo que diga o lo que piense el ciudadano común, ellos tienen el poder, las armas y los medios de comunicación; la información que aclara la realidad ha sido reemplazada por la propaganda. Esto solo sucede en Colombia, narco-república bananera.
Los eufemismos “manifestación suave o decorosa de las ideas cuya expresión directa sería dura y malsonante”, están de moda en este gobierno, palabras y frases reales desaparecieron en este maquillaje a la realidad. La palabra y la comunicación están siendo utilizadas como estrategia de manipulación por esos grupos de poder, para tratar de mostrar y hacernos creer que la realidad es otra, la de ellos.
Paradoja: En esta época de la historia donde existen los adelantes más grandes en comunicaciones, la mayoría de las veces ignoramos la realidad, sabemos y entendemos lo que otros quieren que sepamos y entendamos.