
____Limosnero es quien da, recibe o pide limosna, ese es nuestro país. Nos acostumbramos o mejor, nos acostumbraron a ser limosneros, nos llevaron a confundir la caridad, el ser dadivosos y la ayuda al prójimo, a estar pendientes de cuanta necesidad social, tragedia, desgracia, calamidad, etc., que suceda en el país por hechos naturales, humanos, o de violencia para donar o pedir ayuda. Ser parte de alguna de las mil campañas, privadas o estatales para ayudar a los afectados, menesterosos, desplazados, o víctimas, de acuerdo al desastre acaecido. Las responsabilidades del gobierno parecen circunscritas a diseñar campañas de recolección de donaciones en metálico o en especie, captarlas mediante estrategias publicitarias, dizque para ayudar a los damnificados; de igual manera activando los canales establecidos para solicitar donativos internacionales a través de estados extranjeros, organismos multilaterales e instituciones internacionales; o sea, mendicidad global.
Vivimos extendiendo la mano por causas que son parte del diario acontecer en Colombia, no son solo los organismos estatales, inmediatamente sucede una tragedia, aparecen ONGs, bancos, empresas privadas, canales de televisión, emisoras de radio, todas las iglesias conocidas y desconocidas, personas naturales (personajes públicos o anónimos), quienes mediante campañas publicitarias se suman a estas loables causas a favor de los necesitados. Se desconoce el destino de estas ayudas por falta de supervisión y auditaje, sobre todo del dinero. Existen entidades privadas creadas especialmente para reunir recursos con el objetivo de ayudar socialmente; por ejemplo, Teletón, que tiene un gobierno corporativo de carácter privado y es operado por el instituto Roosevelt; de la misma manera la Caminata de la solidaridad, que hace parte de la fundación Solidaridad por Colombia, esta también es una entidad de carácter privado. No se puede desconocer que las dos cumplen una función social, pero para acceder a sus servicios los beneficiarios deben pagar altos costos; resumiendo, a través de extender la ponchera algunos privados se han beneficiado económicamente, hay que tener en cuenta que detrás de estas grandes fundaciones hay honorables y linajudos apellidos bogotanos. Siempre han surgido inquietudes sobre el beneficio de las donaciones de los colombianos para ayudar a personas de menos recursos, ¿Quiénes realmente se han lucrado?
Otro ejemplo de la solícita mano extendida ante una tragedia, es que los primeros anunciantes en los medios de comunicación son las entidades financieras para dar números de cuentas de ahorro y medios para transferir dinero, ¿Por qué? ¿Qué entidades controlan esto?, ¿cuáles son los filtros para asegurar la transparencia de estas acciones?, ¿de qué manera son auditados estos recursos? El colombiano por antonomasia es compasivo, tiene una condición humana altruista, así sea por motivaciones diferentes. Cotidianamente el colombiano es generoso, en el transporte público, en la calle y ante el dolor humano en cualquier escenario, algunos como los religiosos y conservadores que están agarrados del crucifijo, lo hacen para alivianar sus cargas de conciencia, recordemos, entre más rezanderos, más pecadores o viceversa.
El gobierno nacional principalmente sin descartar los territoriales, está especializado en pedir siempre y sin ningún recato para todo, inundaciones, terremotos, aludes, masacres, abandonos infantiles, violencia, pobreza, desplazamiento etc. etc., que aporten los de a pie. En lo acontecido en San Andrés y Providencia para citar un caso reciente, los recursos recaudados no se ven. La solidaridad con nuestros semejantes es algo que debemos practicar por principio humanitario, pero esta no debe ser la herramienta a la cual acceda el gobierno cada que hay necesidad de solucionar estos temas. Se pide en el país, se pide afuera, a toda hora y por todo evento, pero no se ven los recursos donados. Para enfrentar las consecuencias de dos calamidades, el huracán Iota y el Covid-19, se pidieron ayudas, con este mismo objetivo el presidente Duque declaró inversiones por cientos de billones de pesos, también se recurrió a empréstitos internacionales gigantescos, resultado final: no pasó nada, no hay soluciones y peor aún estamos haciendo fila con los países más pobres del mundo para las vacunas por intermedio del Covax. ¿Qué pasó con los recursos? Sencillo, al hoyo negro de la corrupción, mientras tanto que los colombianos sigan comiéndose el cuento de la misericordia. Tengamos en cuenta dos iniciativas: Uno, NO dar limosna en Pereira como campaña institucional, quitarnos ese rótulo de ser el mejor vividero para los menesterosos, vagabundos y pordioseros de profesión como se hizo en la administración de Marta Elena, hay otras maneras de ayudar a los necesitados. Dos, NO volver a donar en estas macro campañas del gobierno, entidades privadas e instituciones nacionales, con los impuestos y los recursos con que cuenta el estado es más que suficiente para solucionar estos imprevistos y calamidades; simplemente que no se los roben, que acaben con la corrupción.