Amalia Pájaro

Autor: Leonardo Franco Arenas – www.latardedelotun.com

____ Llegó como llega el alba, apareció detrás de las montañas iluminando espacios e inspirando vidas, partió sigilosa como ladrón en la noche, sin sentirse, sin dejar huellas, salvo, las de los recuerdos. De esa manera pasó Amalia por la vida de Pedro.

El primogénito de José María y María había nacido en el año 1868; la partera que lo recibió quedó conmovida cuando el niño llegó a este mundo con los ojos abiertos, como estupefacto, podría decirse que absorto en la contemplación del entorno. No lloró, solo parecía observar todo con inocente seriedad. Por ser el mayor de los hijos, contó con un poco más de sostén en la formación escolar, fue el único que terminó la primaria y de manera sensata se dio a conocer entre los comerciantes y autoridades del pueblo. Creció como apoyo de su mamá, porque a Chepe en tiempos de crisis le tocaba marcharse a trabajar en otros lugares, en distintos oficios; debido a la infinidad de conflictos internos, una de las ocupaciones más fáciles de obtener era la de enterrador, los que pagaban los pueblos no daban abasto y el estado contrataba sin muchos requisitos, estos hombres, los sepultureros, llegaban después del combate para encargarse de los cadáveres; revisaban las ropas, las pocas pertenencias que cargaban y en una libreta oficial apuntaban los datos de los finados, la mayoría de las veces no sabían escribir como en el caso de Chepe, entonces debía esculcar a fondo el muerto y recabar documentos e información para entregarla al delegado del gobierno, ellos se ponían en contacto con la familia algunas veces, otras, la mayoría, simplemente era un número más en la estadística y el olvido; luego los enterraban sin mucha piedad, sin ninguna pompa  a duras penas un padrenuestro y una cruz. El registro civil a duras penas era llevado en pueblos importantes por los notarios, en la mayor parte del territorio estos datos eran recopilados por la iglesia católica a través de las parroquias, en folios de libros que llamaban partidas; muy pocas las personas que cargaban el registro electoral, lo más parecido a una identificación que a mediados de la década del 60 se empezó a utilizar.

Más adelante Chepe, aburrido de sepultar desconocidos generalmente en estado de descomposición, se fue a las minas de carbón de Providencia cerca a Fredonia, allí había importantes haciendas de caña y café, a este asentamiento más tarde lo llamaron Venecia. Un día de un mes de abril pasado por agua, el socavón donde trabajaba Chepe y 12 mineros más se derrumbó, la mayoría de los túneles resultaron anegados por el agua, se salvaron solo seis hombres porque estaban en una galería superior que los conectaba con el túnel de ventilación, por ahí los sacaron tres días más tarde, entre ellos estaba José María. Hasta la mina fue Pedro a averiguar por su papá contaba con 17 años, a los rescatados vivos y muertos los tenían en la hacienda La Amalia que tenía el más grande trapiche de la región. Unos 14 años más tarde, casualmente ese nombre le causaría alegrías y tristezas. Fueron cuatro años que vivió Chepe deambulando en busca del sustento para la familia, aún no tenía el contrato de aparcería con la finca.

Amalia Pájaro apareció en Jericó a los 15 años, un amanecer de verano, era una jovencita alta y delgada, de ojos oscuros, desgarbada y desinteresada aparentemente en todo lo que sucedía a su alrededor; esos ojos profundos e inquietos, la astucia adquirida en el trasegar continuo con su madre de pueblo en pueblo, y el desmesurado afán de leer todo lo que encontrara, la hacían una mujer singular y diferente; su comportamiento era insólito para esta comunidad cerrada y conservadora. Llevaban viviendo en el pueblo dos años y aunque Pedro ni la determinaba, ella se las arreglaba para saber de él, que hacía, quien era, a quien quería. Cuando tuvo la información fehaciente según ella, que él era un buen partido, se dio a la tarea de conquistarlo solapada y sutilmente; de manera cautelosa se fue acercando a él aprovechando las idas de Pedro a la casa consistorial, una construcción de bahareque y tapia en uno de los extremos de la plaza que era sede del gobierno municipal, él iba por diversas razones, algunas autoridades civiles le solicitaban colaboración en temas menores de la población; Amalia trabajaba allí como aseadora, trabajo que no le gustaba mucho pero que le permitía estar cerca de los libros de la biblioteca, poder tantear cuales eran los mejores partidos con ánimo de echar mano de uno. Pedro Arenas fue el escogido; lo primero que hizo fue establecer contacto con las personas cercanas a él, posteriormente de manera hábil lo fue envolviendo, cuando el joven se dio cuenta de Amalia como mujer, ya estaba enamorado.

Nacida en Santa Rosa de Osos el pueblo más frio de todo Antioquia al igual que su mamá, pertenecían a un resguardo indígena con asiento en la cordillera, su padre era un aventurero de los lados de Turbo que trabajaba en barcos de cabotaje, viajando hasta la Guajira o en lo que resultara. Ariela Gómez como llamaba la madre, había tenido otros hijos de diferentes padres, Amalia era la mayor, su mano derecha y a quien responsabilizaba de las afugias y descargaba las obligaciones de la casa, no siempre de la mejor manera. Con la ambición de superar sus vacíos emocionales y escaseces económicas, se acercó a Pedro creyendo que, como hijo mayor de la casa, en ese entones con 31 años, hombre inteligente y trabajador, la iba a salvar de su mezquina vida. Al hombre se lo advirtieron sus parientes, que tuviera cuidado, que fijara sus ojos en otra mujer, hasta hicieron coro advirtiéndole de los rumores de la gente del pueblo, de que tanto ella como su mamá Ariela, tenían poderes ocultos,

– Cuidado Pedrito, dicen las comadres que ellas practican la magia y yo sí creo hermanito, mira cómo te tiene, le decía Carmen.

Pedro se fue a vivir a la casa de Amalia con el visto bueno de la mamá de ella,

-Es bueno contar con un hombre que responda por la casa decía la señora,

Al cabo de un tiempo y viendo que la vida de comodidad y lujo que en mentalmente se había imaginado no aparecía, se fugó en medio de la noche sin que nadie se diera cuenta, aprovechó que el marido estaba de viaje en otro pueblo. Cuando el hombre preguntó por ella, la mamá solo le respondió,

– ¡Se voló! eso era de esperarse mijito, esa muchacha es una culipronta que ya había tenido sus enreditos, hasta con un míster de una mina de oro en Segovia.

Este hecho, volvió a Pedro más solitario y más huraño se enfocó en el trabajo de la finca, desentendiéndose de compromisos serios con mujeres por mucho tiempo. La Pájaro, dicen las vecinas, que regresó a su pueblo natal y anda con un delgado del gobierno. La vida siguió su curso y la guerra de los mil días se desató de manera sangrienta ese 1899.

 

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