De protestas y héroes anónimos. I

Andrés Comuna.

Autor: Leonardo Franco Arenas – www.latardedelotun.com

____- ¡Corra parce, corra… por su vida! Le gritaban a Andrés desde detrás de la trinchera de la primera línea de resistencia, ubicada en uno de los extremos del viaducto César Gaviria Trujillo, – mal nombre para uno de los íconos que reconocen la Perla del Otún, dirían algunos- en ese momento el grueso de protestantes, en su gran mayoría jóvenes se replegaban en busca de protección, resguardándose de la andanada de artefactos lanzados por el ESMAD desde la otra línea del enfrentamiento. Choque desigual entre las fuerzas, balas, gases, bastones de mando, escudos, resguardados por un equipo personal de protección “antimotines” de una parte; contra muchachos armados con palos y piedras, protegidos por la ajada ropa, máscaras, capuchas y la bendición de sus mamás, la mayoría desconociendo la lucha de sus hijos.

Andrés, corría despavorido mientras una lluvia de piedras y palabrotas trataban de protegerlo del embate de la fuerza, con la cara completamente ensangrentada saltaba la última barrera para ponerse a salvo, exhausto, golpeado, feliz quien lo creyera, por haber sobrepasado la vanguardia de la policía con un grupo de cinco compañeros en defensa de la primera línea y estar a salvo, regresaron cuatro, de otros dos nada se sabía. A él le habían roto la cabeza en varias partes con un bastón de mando, reventado el párpado de su ojo derecho de un puntapié, y dejado moretones por todo el cuerpo.

-Marica me salvé de chimba, el tombo creyó que estaba inconsciente y me dejó ahí tirado mientras perseguía a los otros, repetía excitado por la descarga de adrenalina del momento.

Lo trasladaron al hospital con la cabeza vendada y un parche en el ojo, cuando lo bajaron de la ambulancia lo recibió la policía, que pretendió llevarlo a interrogar, afortunadamente miembros del equipo médico del San Jorge y sus acompañantes se opusieron a esto. Alguien de la personería les aconsejó no perderlo de vista, podría ser peligroso.

Andrés era hijo de la comuna Boston, con su familia vivían en el sector de la Platanera rodeados de necesidades, de miseria, pero con la fortaleza personal de salir adelante. Las carencias no eran solo de esta época de la vida, las penurias, la escasez debido a la falta de oportunidades había acompañado a su familia desde siempre, alimento, vivienda digna, educación, salud, no eran suplidas significativamente. El padre ayudante de construcción, su mamá dedicada a la casa a sus cinco hijos, Andrés el mayor de 19 años, estudiante de tercer semestre en la UTP. El diario vivir de este muchacho antes de la pandemia era madrugar y salir a pie para la universidad distante unos 40 minutos, con un agua de panela y un pan de $ 500 en el estómago hasta que regresara a casa a tomarse un caldo de menudencias y arroz, cuando había con qué, dependiendo del horario de clases del día.

Afortunadamente, los muchachos son solidarios y entre ellos se ayudan en las estrecheces, las hermandades surgen espontáneas, atraídas por las necesidades más que de la abundancia; surgidas del diario compartir de angustias, pero también de esperanzas. El campus se convierte en el escenario donde se tejen sueños, se construye el futuro de seres desarraigados de territorios, de pertenencias y porque no de pertinencias sociales; aquí se establecen alianzas firmes, compromisos serios con el ser y el entorno. Los tenis rotos, los jeans ajados, las camisetas descoloridas y el estómago vacío no importa, la significación del futuro está en sobreponerse a las condiciones del medio, es el convencimiento; hasta que la realidad los atropella, los golpea de frente, cuando esperanzados han creído en las promesas del estado y de nuevo se han dado cuenta de la falaz estrategia de los gobernantes, de la corrupción rampante de los políticos, de la pérdida de confianza en el país, de la desesperanza en una mejor calidad de vida.

– Por eso señor, aferrándonos a esta marcha como una tabla de salvación para Colombia decidimos, todos los que estamos parados de frente poniendo el pecho a esta batalla social, que no importa lo que pueda sucedernos, si no, lo que podemos aportar para obtener un cambio en este país.

Andrés Comuna, como quiso ser llamado, sin exhibir su apellido verdadero por seguridad, expresó sus opiniones,

– Casi pierdo el ojo, los dolores de cabeza son recurrentes debido a los golpes, tuve una lesión en el vaso por las patadas recibidas, pero en dos o tres días estaré de nuevo en la primera línea, hay compañeros muertos, otros desaparecidos, encarcelados, pero la moral está alta, estamos convencidos que lograremos que esta nación enderece su rumbo.

– Mi mamá me echa la bendición todos los días y aunque soy un poco ateo, la siento como parte de mi protección, no tanto por la intermediación de Dios, pero si por la inmensa fuerza y energía del amor de la vieja.

– Si caigo, si me desaparecen, si me encanan, está bien, porque lo hago con el convencimiento de un mejor futuro, para mis hermanitos, mi gente del barrio, de todos; vamos para adelante viejo, esto será incontenible, somos millones de jóvenes y también adultos que dijimos ¡NO MÁS! y eso será.

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