
Por: Óscar Aguirre Gómez (2002)
_______El hombre es un mundo, el mundo es un cero; Hamlet, en plena vida, no está seguro de ser, de acuerdo a Víctor Hugo. Esta indecisión o titubeo ante la existencia, ha sido vertida en el mundo del pentagrama por diversos compositores.
Hamlet, según la tradición, se remonta a Saxo Gramaticus, quien refirió la tragedia en Historia de los daneses, en el siglo XII, obra importante en la literatura medieval europea. El lírico que filosofaba, según definió a Shakespeare un crítico fugaz, conoció el tema a través de las Historias tragiques, de F. de Belleforest y de una tragedia atribuida a Th, Kyd.
Entre las composiciones musicales más sobresalientes acerca de Hamlet, el melancólico príncipe de Dinamarca, están las siguientes: Héctor Berlioz, el autor de la Sinfonía fantástica, compuso en 1848 una Marcha fúnebre, para la última escena de Hamlet. Dice un autor que esta marcha es digna de Shakespeare y que “quizá con ello queda hecho el mejor elogio de esta enigmática partitura”. La obra, acompañada de un coro que sólo pronuncia un “Ah” continuado, “a veces como un rugido, otras como un leve suspiro que se desvanece en los últimos rincones del recuerdo”, es de una grandeza que no decae.
Chaikovsky escribió un poema sinfónico, titulado Hamlet que, según la crítica, no es de mucha trascendencia. Este Hamlet, es cierto, no alcanza la apoteosis dramática lograda en su Obertura-Fantasía Romeo y Julieta. Fue compuesto en 1888. “… a pesar de su irregularidad, no carece de interés”, dijo alguien. El poema termina con un tema de su propio comienzo, lo cual le da un aspecto cíclico, común en Chaikovsky, equilibrándose así. Como en otras obras musicales “hamletianas”, el hilo conductor del argumento se divide entre Hamlet y Ofelia; es decir, entre la fiereza y el orgullo y la serenidad y el amor.
Viene ahora la obra más seria, quizá, dentro del repertorio que nos ocupa. Se trata de la ópera Hamlet, del francés Ambroise Thomas (1811-1896), quien compuso veintitrés óperas, casi todas olvidadas, porque “adolecen de falta de personalidad en la escritura, demasiado afín a las maneras de sus predecesores y con evidente tendencia a la imitación de estilo italiano”. Es una obra en cinco actos, con libreto de dos autores: Barbier y Carré. Fue representada por primera vez en París, en marzo de 1868.
Hamlet es la máxima expresión artística de Thomas, pero con el tiempo ha caído en la indiferencia. Hay un hecho curioso en el argumento de la ópera de Thomas: en la escena final, el espectro del rey asesinado aparece ante la multitud. Luego de incitar a Hamlet a matar al usurpador del trono y encerrara la reina en un convento de monjas, desaparece entre tumultuosos aplausos. El príncipe de Dinamarca, al mismo tiempo, es elevado al trono, mientras baja el telón y un coro alegre entona el equivalente musical de tres estrepitosos vivas.
Franz Liszt, entre otros poemas sinfónicos, compuso, en 1858, Hamlet. Sin tener en cuenta la autenticidad literaria, esto es, su fidelidad, la fuente, su aspecto orquestal se caracteriza por la técnica moderna de Liszt. “En consecuencia —dice José Luis García del Busto—, sería absurdo desestimar Hamlet porque no llega a reflejar la compleja sicología del héroe shakesperiano…”.
Del drama de Hamlet hay una versión rusa llevada al cine (1964), con música de Dimitri Shostakovich, compuesta para el film, basado éste en una traducción de Boris Pasternak. Fue dirigida por Grigori Kozintsey e Iosif Shapiro, con Innokenty Smoktunovsky como el príncipe Hamlet. Recuerdo con afecto esta película, en blanco y negro, hecha con maestría. La vi en el antiguo Teatro Karká, hace mucho rato…