EL DESTINO

Óscar Aguirre Gómez – (2014)

 El hombre es el hacedor de su propio destino. En otras palabras, construye su propio camino sobre la marcha. Viene al caso preguntar: El destino, ¿está señalado o se hace? Al fatum lo determina en gran medida una actitud personal ante los hechos: o se esperan las cosas o vamos en su busca. Estar atento al momento oportuno para obrar o propiciar ese momento: he ahí el dilema. San Pablo exclama: “Transformaos por la renovación de vuestra mente”. El hombre nuevo nace de ideas nuevas, no de repeticiones vanas. El vino nuevo no se echa en vasijas viejas… De manera que la mente es un medio poderoso para que cobren realidad nuestros sueños. Habría que hacer, entonces, una siembra mental: sembrar, por ejemplo, paz en nuestros corazones y no guardar rencores. La paz expande la conciencia; el odio la aprisiona y crea contiendas.

El destino colectivo se conforma de los destinos individuales. Todos deberían confluir hacia una misma tendencia: el cambio. Éste se puede proyectar en la medida en que asumamos una actitud de vigilancia: hay que velar siempre para no quedar a un lado del camino, mientras otros siguen insolentes. La indiferencia general y el furor de vivir aun a costa de los demás, obnubila a muchos y los aparta de un destino mejor. En nuestro medio reina el egoísmo que brinda el poder tomado no siempre por medios justos. Como en la caverna de Platón, muchos aceptan como realidad lo que sólo son sombras. Amigo lector: usted por qué optaría ¿por la paz que libera o por el odio que consume?

Y hablando del destino, Goethe dijo que los grandes acontecimientos proyectan su sombra por anticipado. Nuestra época palpita entre grandes cambios que se dan simultáneamente a través de medios electrónicos y de altísima tecnología. Pero también por desastres naturales. Y no parecemos prestar atención a los llamados de la naturaleza. Son graduales, pero efectivos. En una novela sobre el final de la Atlántida, la multitud ensordecedora está pendiente del desenlace sangriento de un espectáculo de toros. Ávida de muerte, no se percata de la destrucción inminente del mundo conocido: luego de una sacudida brutal, gigantescas olas cubren la capital del imperio: el cuadrante cósmico ha decretado el momento apocalíptico. Esto nos lleva a pensar en los actuales cambios climáticos del planeta. No se les presta la debida atención y su transcurrir cada vez más frecuente y simultáneo. El destino de la gran nave en la cual viajamos juntos a través del espacio nos debe incumbir, pues, tarde o temprano, su ruta nos afectará a todos, querámoslo o no. De manera análoga, no debemos esperar al final de las cosas para intentar un cambio y desafiar un posible destino adverso.

 

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