LA SOMBRA DE UN DÉSPOTA

 Por: Leonardo Franco Arenas – www.latardedelotun.com

____ “Gritó el Tirano: —¡Sólo cuervos he criado! Y dictando órdenes para que todas las tropas se encerrasen en el convento, dejó la torre. Pidió al rapabarbas la lista de sospechosos, y mandó colgar a quince, intentando con aquel escarmiento contener las deserciones: —¡Piensa Dios que cuatro pendejos van a ponerme la ceniza en la frente! ¡Pues engañado está conmigo!” Tirano Banderas, Ramón del Valle Inclán.

«¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre!». Así, comienza El Señor presidente. Miguel Ángel Asturias. La novela narra la crueldad que sufren los habitantes de un país latinoamericano en una dictadura, el abuso de poder, la violencia y el desprecio por las clases más desprotegidas constituye el argumento. Por lo tanto, injusticia social, explotación, violencia y corrupción por parte del gobierno.

Cito solo dos apartes de grandes novelas latinoamericanas sobre las experiencias históricas de dictadores en territorios ficticios, pero sobre hechos reales, estas son solo dos muestras de un tema recurrente en nuestro hemisferio, la razón es sencilla: Este ha sido tierra fértil de dictadores, militares y civiles en casi todos los países que componen nuestra América Latina. Reconocidos y exaltados escritores han escrito sobre este tema, García Márquez para iniciar con el nuestro, Carpentier, Vargas Llosa, Moravia entre otros.

En Colombia vemos ahora, como decía un prestigioso columnista, “una ánima en pena, un fantasma que recorre Colombia, una nube negra cargada de tormenta”, su historia ya hace parte de la arqueología colombiana. Es una sombre inhiesta, amortajada en su apariencia, una tragicomedia espeluznante que escribe a diario este hombre, el ex, pasea su exhausto cuerpo por pueblos y ciudades de Colombia, expuesto en todos sin excepción, al escarnio, la burla y la vocinglería social. Anda desesperado, intranquilo, alarmado por la realidad ineluctable del presente del cual hace solo unos años atrás, sería inimaginable para este camaján de finca venido a menos, patrón del mal, representante prestante de la corrupción y la violencia.

Como en estas novelas y en las realidades históricas de nuestro continente le va llegando la hora, el tiempo se acorta y quienes fueron sus áulicos, los lamezuelas, los que se beneficiaron de este tenebroso régimen comienzan a tomar distancia, la soledad del autócrata, del tirano se hace evidente al verlo andar con un séquito de guarda espaldas, visitando en los pueblos deudores antiguos que lo reciben casi con conmiseración o desconfianza. Los otrora alfiles poderosos de antaño han desaparecido, ninguno quiere aparecer en fotos con este gamonal venido a menos, ni siquiera en vallas políticas, huele feo, hiede a cadáver político, a difunto conocido y lo que es peor a condenado. Los odios que va dejando a su paso son los mismos que sirven para espantar los pecados de la nación, la ceniza como marca y el cilicio purificador que carga con la diferencia real que es solo una puesta en escena, nada más escabroso que su visita a las madres de Soacha, hasta allí lleva el cinismo.

El abucheo generalizado amplía la percepción del descontento social en su contra, aquella masa que lo acompañaba, ahora lo desprecia. El final se acerca, y tras él, toda esa red de conserjes, sirvientes y pelafustanes de diferentes cataduras que lo seguían de manera casi reverencial e idólatra. La soledad de cuerpo y espíritu, la ausencia de lisonjas, sumisión y obediencia ciega tiene su colofón. Este es su castigo más duro hasta ahora, el aislamiento, pronto llegará lo peor, el olvido de la historia del país, a lo sumo se recordará como uno de los peores engendros humanos, citado por los malos hechos, comparable a Pol Pot que mató de 1 a 3 millones de camboyanos, del 25 al 33 por ciento del país. Adolfo Hitler de infausta recordación, Pinochet, etc., y delincuentes como su pupilo Pablo Escobar. A este ex se le reconoce haber logrado que Colombia se convirtiera en un narco estado, realizó el sueño de los poderosos mafiosos del país, escogieron al más hábil y el mejor alumno que tuvo el cartel.

Lo que no podemos olvidar los colombianos es lo que permitimos hacer, para no repetirlo. Una sombra negra deshace sus pasos aferrándose al poder como todo autócrata.

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