
La búsqueda del absoluto literario
Por: Diego Firmiano
«Siempre es el mismo proceso: un sueño se convierte en fenómeno duradero, una idea toma forma, lo inconsciente de un solo hombre genial llega a la conciencia de la humanidad entera.»
Stefan Zweig
El escritor Óscar Aguirre, por su afinidad a las buenas letras, pertenece al Reino de los fines. Ese territorio-sociedad del que hablaba Immanuel Kant para referirse a los hombres con afinidades electivas, pasión por el pensamiento, y anhelo de ser parte de la biblioteca universal. Su reconocido amor por la música, la afición a la historia, y el compromiso constante con la escritura, lo han llevado a concebir un nuevo libro, que, por su contenido, ya vislumbra la calidad de la palabra escrita, y ese libro, que ya posee un lugar en una de las baldas hexagonales de la biblioteca universal ideada por Borges, es “Visiones fugitivas” (2022).
Quince narraciones reunidas que conjugan la quinta esencia de la escritura, porque sin ser demasiado poético, cada una de estas composiciones literarias es el sueño dentro del sueño del conocimiento, o mejor, el punto de fuga por donde Óscar Aguirre se proyecta entre las letras, y a su vez, entrega el saber con un estilo limpio y sencillo a sus lectores. Él dice que no tiene público, pero, en efecto, sus libros llegan a lugares y ojos insospechados, y estos viajan más lejos que un cuerpo o una idea fija.
Con todo, este autor ha acuñado la palabra con paciencia, ha sido elegido por la literatura, y así ha terminado colaborando (consciente o inconscientemente) con una obra que es más duradera que él mismo, ya que ser espectador en materia cultural y literaria nunca lo ha hecho sentir pleno y satisfecho. Una inconformidad positiva que con el pasar de los años lo ha incentivado a descubrir y, a su vez, a construir otros mundos posibles, gracias a su conversión fiel a las letras, o como dice el intratexto La casa de los libros: «Leyendo, redescubrió su vida y comprendió su situación actual. Sus propias cavilaciones lo habían llevado a ser quien era.»
Una frase que se refiere al autor mismo, porque Óscar Aguirre está, o en el diccionario, o en los más de 17 libros que ha escrito durante casi media vida de trayectoria intelectual. Un risaraldense de corazón, quindiano de nacimiento y griego de espíritu, que posee una curiosidad extendida por casi todo, y por qué no, un vir eruditus embargado de un donjuanismo intelectual, que, junto a su pasión por la música clásica, y las artes en general, lo convierten en el modelo del hombre virgiliano que desea inmortalizarse en las letras.
Así entonces, con el libro “Visiones fugitivas”, se confirma un imperativo categórico: el primer deber moral del hombre (y la mujer) es hacerse inteligente, cultivarse. Algo que se reconfirma al leer las narraciones presentes en este libro, que versan sobre Simón Bolívar (Año 1805), el poeta José Asunción Silva (La novela desconocida), la actriz Greta Garbo (La mujer que no ríe), el virtuoso Frédéric Chopin (El poeta del piano), o el visionario y enigmático William Blake (William Blake); y también sobre composiciones más introspectivas, pero inteligentes, como El año del cometa, El espejo, Otro sueño, El lenguaje de los pájaros y otros.
Textos escritos en un estilo sencillo, que son imágenes, pero también música, porque Óscar Aguirre es un compositor sinfónico, no solo por su afición a Mozart, Beethoven o Chopin, sino por la manera de escribir, que, como Thomas Mann, musicaliza las oraciones, los párrafos, las páginas, haciendo de su libro una obra de arte deleitosa. Tan musical es en su prosa, que las palabras parecen meros conductos que median entre el universo del significado y el universo del sonido. He ahí el tono de un escritor que aparentemente ha pasado desapercibido entre los espíritus cultos, pero que tiene una gran importancia por su obra y personalidad frente a ese público que él no conoce; no obstante, ellos a él, sí.
Por supuesto, con “Visiones fugitivas” no estamos frente a una obra cerrada, ya que Óscar Aguirre al terminar un libro siempre está anunciando otro, como afirmando tácitamente con ello que no sólo basta con escribir, sino que hay que preguntar para aprender, buscar para encontrar, esperar para tener, leer para ser iluminado. Con esta iniciativa de fondo tan creativa e inquieta es que su nueva creación desea ser admirada, pero también comprendida y disfrutada, y por ello saborear cada hoja escrita, según Horacio, es el origen y la fuente del buen leer.
Finalmente, este libro nos devela el secreto de la creación del autor, pues al entrar en sus páginas compartimos, por un lado, sus horas, meditaciones, composiciones, y también, su gozo e inspiración; y por el otro, la embriaguez de sus ideas y la lucidez extrema de su compromiso con la letra. Resultando en que, así como cada hombre es único, cada libro también lleva la marca de lo singular, y por ello “Visiones fugitivas” no podría (ni puede) ser, en ninguna forma, la excepción, porque la lectura no es para los lectores profesionales sino para todo aquel que busque un camino diferente, ya que esta actividad es una llamada, una promesa, tal vez no de felicidad, pero sí de descubrimiento y sorpresa intelectual. Este libro tiene eso y más. ¡Adelante!
Salud