
Por: Leonardo Franco Arenas – www.latardedelotun.com
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“Quise ser el cambio y no fui. Ahora, ¿qué va a pasar?” Cito esta frase dicha por Fajardo en una entrevista a Juan Diego Alvira de Semana, la cual refleja el carácter de este político, el YO permanente, el yoísmo (Este concepto está más emparentado con el egocentrismo y con el narcisismo que con la autoestima, el individualismo o la autoconfianza) que hace parte de la jerga, el discurso de palabra y obra del excandidato en toda su historia política, consabido el argumento de ser único, inmejorable, el investido por no sabemos quién y lo que está fuera de su entorno cercano simplemente no sirve, está fuera de foco.
Apareció Sergio después de muchos meses escondido, rumiando para sí en la intimidad, su frustración y fracaso, algo normal. En su participación para la primera vuelta de las elecciones presidenciales obtuvo un resultado pírrico 4,2%, salió rápida y estruendosamente por la puerta de atrás de la contienda, perdiendo lejos, incluso, con el malito de Fico, le ganó a John Milton y a Enrique Gómez, algo es algo, pero hasta María Ángela salió despavorida.
Larga y poco rigurosa entrevista de Alvira, conducida por los caminos de la maledicencia y la mala leche hacia el gobierno del presidente Petro, reclama de manera airada por el supuesto incumplimiento de las promesas de campaña en los escasos tres meses de gobierno. Afán de protagonismo descolorido, denostando y hablando como el que quiso ser y no pudo. Colombia se dio cuenta a tiempo de su indecisión, falta de carácter, el alineamiento disimulado en la extrema derecha, pero, posando siempre de moderado. Tras de sí, carga pecadillos a los cuales han tratado de darle la horrenda sepultura de la prescripción o el oprobioso señalamiento a terceros.
Las posturas ambiguas frente a temas de fondo del país lo graduaron de “tibio”, fue sepulturero de lujo de su carrera política y la primera palada la dio cuando anunció su voto en blanco y prefirió dar la espalda en ese punto de quiebre histórico de las elecciones del 2018 marchándose a observar ballenas en el Pacífico.
En este publirreportaje de Semana solo saca en limpio de este gobierno a Luis Gilberto Murillo y Alejandro Gaviria, el uno su fórmula vicepresidencial y el otro su compañero en la coalición verde esperanza, ese es su carácter, da a entender que lo único rescatable del cambio viene de él.
Expresa, “No existe una estructura de gobierno, ni de trabajo en equipo, ni una línea, que esté estructurada por la cabeza, que articule a todo el gabinete y que marque un norte” “Detrás de todo esto hay un libreto. Colombia está en un contexto populista, porque Petro es un populista”, agrega Fajardo “Pues hoy la palabra corrupción no se escucha por ningún lado, no existe una política clara sobre eso”.
El profesor está arriesgando ante la opinión pública perder el respeto que se pueda considerar tenerle a una persona que ocupó, (no lo califico), altas dignidades en el Estado, lo que sin recato alguno expresa no pasa de ser infundios perversos, verdades a medias y manipuladas.
Así como le endilgan desde algunas partes que padece del síndrome de Peter Pan, de la misma manera, se reconoce, que el discreto paso al costado después de elecciones solo ha sido una estrategia, para ser parte de la destemplada orquesta de la débil oposición, que con premisas falsas saltan al ruedo armados hasta los dientes a desaprobar el cambio.
La orfandad del poder golpea a aquellos corrompidos por la mala práctica en su quehacer público, cuando se la arrebatan de manera indudable. Los celos “estado emotivo ansioso que padece una persona y que se caracteriza por el miedo ante la posibilidad de perder o haber perdido lo que se tiene, o se posee, o lo que se cree que se debería poseer”
Pobre Sergio en las noches de insomnio, que no deben ser pocas, imaginando escenarios de poder donde él es el centro, como no puede ser de otra manera. Destilar bilis de manera permanente como lo hace en esta entrevista hacia quien lo venció y lo desdibuja políticamente en estos momentos, por los cambios sociales y modelo económico que ya se vislumbran.
Como hace cuatro años debería marcharse con mochila y morral al hombro a las playas de Chocó, no continuar huérfano y celoso del poder, entender que sus mejores momentos ya pasaron.