DOS OBRAS MUSICALES PERDIDAS EN EL TIEMPO

Por: Óscar Aguirre Gómez – www.latardedelotun.com

______  Nos sucede muchas veces que una determinada melodía nos gusta, sin conocerla bien. Y es común que la oigamos con alguna frecuencia, sin poder saber de qué se trata. Anteriormente, cuando se oía mucha radio, a veces una música desconocida —y más aún dentro de la música clásica— irrumpían unas notas que nos gustaban sobremanera, pero por circunstancias ajenas a nuestra voluntad, casi siempre esa música se interrumpía y nunca llegamos saber de qué se trataba, ya que no había sido anunciada. Pues bien: a mí me sucedió algo notable —y lo llamo notable porque es un caso poco común, que yo sepa —Esto lo escribo en 2021.

Hace unos cincuenta años yo escuchaba dos fragmentos musicales que nunca más volví a escuchar. No los oía juntos, pero sí con cierta frecuencia, aunque mediara un largo período entre una y otra vez. Lo cierto del caso es que nunca supe qué música era. Pero lo curioso es que ambos aún resuenan en mi mente y me parece escucharlos. ¿Cómo es posible que una música que me gustara desde hace más de medio siglo, yo la percibía físicamente en la radio y nunca más —¡nunca más! —, la volví a escuchar? En todo ese tiempo he estado pendiente de saber qué es. He investigado con los medios a mi alcance —que acerca del tema son pocos —. ¡Pero nada!

Con la música me ha sucedido muchas veces que me ha parecido haber escuchado siempre una música que escucho por primera vez. Otras veces, más raras, pero ciertas, uno olvida lo que conoce. Más raro aún es mi caso: querer saber con ansiedad qué música es la que nunca más volví a escuchar. Ello, a pesar de que he escuchado y conocido tanta música. Y como no soy músico y mucho menos sé escribir música, pues sencillamente estoy en un laberinto. Sólo podría silbar esa música. Si algún músico amigo —que no los tengo— tuviera la paciencia, podríamos “armar” esas dos melodías y, quizá, saber en qué consisten.

La primera es como una marcha. Y hay que tener en cuenta que las marchas fueron de las primeras obras que me atrajeron y gustaron desde mi juventud. Las marchas de John Philip Sousa fueron en su momento encausadoras de mi pasión por la música. Sin embargo, la marcha en cuestión no es de Sousa.

La segunda es algo así como un movimiento de una sinfonía romántica o de una suite. Ambas, repito, resuenan en mi mente cuando las evoco. Es en el único sitio que residen. ¿Nunca sabré qué música es? —¡necesito un músico! —. Esta música vive, clama por ser escuchada fuera de mí, por ser compartida y ¡vivir! Esta música anda en otra dimensión, a la espera de quién la interrogue y la descifre. Resuena en mi memoria, clamando ser liberada…

 

 

 

 

 

 

 

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