LOS REYES DEL MUNDO, MÁS QUE UN PREMIO.

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_____   Encontré en Netflix este título de la directora y guionista colombiana Laura Mora Ortega, (Matar a Jesús – 2017 su ópera prima en el cine, con la cual obtuvo varios galardones.) Con este film obtuvo La Concha de Oro en el festival de San Sebastián 2022, coproducción de Colombia, Luxemburgo, Francia, México y Noruega.

En los grandes festivales internacionales de cine las temáticas de violencia, desarraigo e inequidades sociales, sobre todo en el tercer mundo, son tenidas en cuenta a la hora de premiar las películas en concurso. Recordemos algunas de las cintas colombianas premiadas: Rodrigo D No futuro (1990) La vendedora de rosas (1998), Rosario Tijeras, La virgen de los sicarios, Sumas y restas, María llena eres de gracia (coproducción Colombia – EEUU), Memoria (2021) Monos (2019), todas giran en torno a temas y situaciones comunes, violencia, narcotráfico, desplazamiento, desigualdad social.

Los Reyes del mundo tiene en su marco general otra perspectiva, pero, aunque se aleja en la parte sustantiva de temas re – tratados frecuentemente, narcos y violencia, esta última se desata por la sobrevivencia diaria y la caracterización del poder ejercido desde arriba en contra de la sociedad representada en este film por Ra y sus amigos, una estructura que tiene un protagonista principal, la injusticia.

Es una cinta dura, que incomoda por momentos desde nuestra comodidad social en ese vistazo a la supra realidad existente en Colombia, sobre la cual, la mayoría de nosotros mira hacia un lado. Esta película, pienso, no es una alegoría a la amistad como algunos pretenden enfocarla, es un retrato en grandes y bruscas pinceladas de ese submundo de inequidad, falta de oportunidades, es el infierno existente en la tierra en tantos desarraigos sociales, un inframundo palpable del cual hacen parte seres condenados a la injusticia por la injusticia.

Esta no es una película de amigos, lealtad y aventura, contiene en cambio una narrativa dura de la sobrevivencia en una ciudad pulcra en la imagen, pero deforme e implacable en la cotidianidad menos formal y amable de comunas y centros urbanos de paises como el nuestro. Millones de historias como esta se viven a diario, desplazamiento, quejas ignoradas, justicia inoperante, todo cobijado por un manto de impunidad de ese poder en los territorios que campea en manos de unos pocos. Al final, el espectador queda con un sentimiento de abatimiento frente a la lucha desigual, finales adivinados antes de tiempo, sin esperanza. Esa es Colombia.

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