
Por: Leonardo Franco Arenas – www.latardedelotun.com
____ Colombia es un país político, permanentemente la nación se encuentra envuelta en temas concernientes a una elección “popular”, desde cargos ejecutivos, territoriales o nacionales, hasta los de corporaciones legislativas o de control en los mismos espacios. A lo largo y ancho de nuestra querida Patria se vive en un permanente agite de campañas, slogans, banderas y promesas sin respiro, se termina una e inicia la otra desde el mismo momento en que se están posesionando los mandatarios elegidos o los legisladores escogidos, iniciándose de manera subterránea la nueva empresa, para la que llega en dos años, o, de los reemplazos de los recién posesionados. Esta esquina noroccidental de Suramérica es ante todo un país de elecciones y políticos, por decir lo menos.
Ahora bien, cómo valores fundamentales de ser humano puedo decantar: Ética, respeto, verdad, tolerancia, paz, solidaridad, justicia, equidad, amistad, libertad, honestidad, compromiso, responsabilidad, confianza, libertad, integridad, igualdad, empatía y lealtad entre otras. ¿Cuáles de ellos encontramos indefectiblemente en nuestros dirigentes políticos y sociales? Muy pocos de los anteriores podemos encontrar, solo: PROMESAS.
¿Qué añoramos los ciudadanos de los candidatos? La lista es larga y cada uno de nosotros puede tener una diferente, aunque coincidentes en temas generales sobre todo en que los acuerdos y pactos sociales sean cumplidos, respeto a la constitución y desarrollo de los planes de gobierno.
Nuestros históricos y actuales líderes sociales, políticos de profesión y ambición creen tener siempre la verdad absoluta sobre la resolución de los diferentes temas que atañen a la ciudadanía, cada cual en la época que le ha tocado, cree conocer la solución de cada uno de los problemas enraizados en nuestra sociedad, todos sin distingo alguno, tratan de convencer el electorado que son los dueños de la verdad y tienen la varita mágica para solucionar cada problema, esta es la estrategia, un intento por convencer al ciudadano de su importancia, que él o ella es el indicado para ocupar ese espacio.
Solo son promesas, hoy en Risaralda nuevamente se perfilan y levantan la mano, políticos de vieja data, marrulleros y conocedores de los malabares, gestos y ofrecimientos que definitivamente no dan ninguna garantía, pero son dulces a los oídos del electorado, de cualquier nivel social o educativo que sea. También las nuevas caras, novatos que han sido entrenados para tomar el testigo que dejan algunos siendo ellos sus herederos, continuadores de sus arcaicas, pero aún exitosas costumbres. Cuando pensamos que estas costumbres han sido erradicadas, vemos, sin que nos sorprendamos demasiado que continúan vigentes los vicios vetustos y anticuados de otrora continúan reinantes, actualizados y acomodados a la época, pero son de lo mismo.
El populismo y las falsas promesas han sufrido una metamorfosis de acuerdo a los libretos de los asesores de marketing, pero, abrazos populacheros, mercaditos miserables, bailes ridículos, visitas con la nariz tapada a lugares insospechados por ellos, las tejas y los tamales están a la orden del día. Discursos acomodados enfocados en lo que quiere escuchar la gente, promesas, promesas y más promesas que no se cumplirán son un bálsamo de esperanza pasajera. Por su puesto, estas mismas promesas con diferente estrategia se venden en otros estratos sociales, para cada uno hay un discurso, una promesa, una ilusión. Lo peor es que todos lo sabemos y volvemos a caer. Esta clase política enquistada en el poder desde tiempos pasados nada hacen por el desarrollo económico y social de los territorios y el país, van por lo suyo y lo de sus patrocinadores y apoyos.
En el presente hay nuevos grupos y movimientos políticos llamados a generar cambios en nuestra ciudad y departamento, nuevos liderazgos con innovadores modelos de gobierno y gestión. Caras inéditas en estas esferas de participación ciudadana que traen un aire fresco al escenario político.
Para tener en cuenta, los nuevos viejos vicios de la política local y regional deben ser aniquilados, suprimidos de una buena vez, arraigando en el electorado la conciencia del voto limpio por personas preparadas, sin tacha y sin entuertos heredados en sus espaldas y ojo con esos lobos con piel de oveja, aquellos que posan de renovadores cuando solo son más de lo mismo.