
Por: Leonardo Franco Arenas – www.latardedelotun.com
______ En la carrera por la alcaldía de Pereira, las casas políticas poderosas, más que los mismos candidatos o precandidatos, practican todo tipo de juegos perversos para que sus pupilos aseguren ese botín de poder, burocrático y de recursos públicos que significa ganar la alcaldía a nombre de ellos, los jefes. Quienes que están en el poder juegan estrategias negras respaldadas en el todo vale, como en el juego de la pirinola, toma todo en todas las caras. Aquellos subordinados prestos a obedecer lo ordenado, son los trompos de poner y en cualquier momento como soldados de plomo serán descabezados en la aspiración. Hay cartas ocultas, cartas marcadas que se esconden de la opinión pública: Candidatos disfrazados enarbolando supuestamente otras banderas que van hasta el final para dividir la votación, así, asegurar el triunfo con los votos de la maquinaria como en épocas recientes. Otros que son la reserva para la apuesta final, se van juntando a medida que la carta visible no despega, son expuestos poco a poco con discursos amañados para confundir y timar el elector, ¡son los mismos!, una jauría de lobos con piel de oveja.
En este ajedrez político lo único cierto es que estas castas que han gobernado no soltarán el poder fácilmente, recurren a diferentes estrategias, a cualquier truco con tal de seguir al mando, en detrimento de la ciudad. El año pasado algunos alfiles tomaron “distancia” de sus patrones, supuestamente, estuvieron a la expectativa durante varios meses y ahora salen al ruedo, dizque son una opción contraria a quienes fueron sus patrocinadores. NO tienen ni la espuela, ni el reconocimiento y mucho menos el músculo financiero para ser independientes o la renovación política de la ciudad. Cañan como tahúres frente a los que consideran “sus marranos” la mayoría, pero se les descubrieron las cartas marcadas.
La ciudad necesita una renovación política, pero no con estos figurines que ahora posan de redentores mientras sus jefes tejen y tiran de los hilos tras bambalinas. ¡El que entendió, entendió!