….¡AQUÍ NO VENGAS PORQUE TE PUEDE IR MAL!…

Por: Felipe A Priast – perfil de Facebook / www.latardedelotun.com_________

Jajaja, de todos los comentaristas que participan de mis comentarios en FB, los que tienen la piel más delgada, ¡de lejos!, son los barranquilleros. Y como yo soy un iconoclasta en el sentido estricto de la palabra y ya les he quebrado tres “iconos” (los Char, el Junior y el Carnaval), a cada rato se me aparecen en mi muro con la misma amenaza: “Aquí no vengas porque te puede pasar algo!”

Bueno, pues agárrense porque aquí voy otra vez jajaja…

Si los barranquilleros fueran verdaderamente inteligentes, y me apreciación es que son “vivos” pero no muy inteligentes, se darían cuenta que, en esa amenaza, está la raíz del problema con el Carnaval de Barranquilla.

El problema es que, mientras el Carnaval de Pasto todavía tiene ese aire provinciano acogedor, ese encanto de pueblo grande, el Carnaval de Barranquilla se volvió una celebración de mafiosos, un reflejo de su sociedad.

Lo que yo he visto del Carnaval de Negros y Blancos en Pasto que me ha gustado ha sido precisamente eso, su aire provinciano, su pureza social, su carácter egalitario, todo esto sumado a un colorido de carrozas y disfraces bastante bonito.

La ambición del pastuso durante su carnaval es ser feliz durante 4 días; la ambición del barranquillero con su carnaval es “ser la verga”, he ahí la diferencia.

Y en busca de ese “laverguismo”, la cual, es una ambición muy barranquillera porque el modelo de los barranquilleros son los gringos que siempre se mueven para posar “over-the-top”, vienen todos los problemas asociados a su carnaval.

Para ser “la verga” el Barranquillero necesita de una capa en su disfraz de Garabato de $20 millones de pesos, porque el no puede tener una capa sencilla. Para ser la verga el barranquillero necesita traer grandes orquestas porque no puede gozar con música simple. Para ser la verga el barranquillero necesita comprar un palco caro para estar con sus amigos “del country” y ver los desfiles con unos “whiscachos”. Para ser la verga el barranquillero necesita de un traje caro para ir a una fiesta en un club. En resumen, con ese inquebrantable propósito de ser la verga, el barranquillero necesita volverse un “espantajopo” que aparenta tener muchos recursos para poder ser feliz en esos 4 días de carnaval.

Para mi, esa es la diferencia fundamental entre ambos eventos: la sencillez del carnaval pastuso vs. la pose afectada del barranquillero que quiere ser “la verga”.

Obviamente, en esa carrera de apariencias y de actitudes espantajopo, los traquetos y los turcos con plata de la ciudad sobresalen. Ahí es cuando compran los reinados del carnaval para sus hijas, cuando invierten en disfraces costosísimos, cuando pagan boletas caras para fiestas exclusivas en clubes. Es todo un acto de egolatría masiva. Pero nadie piensa en el disfrute comunal, en la joda grupal. Es un carnaval para mostrar el Progreso económico de sus habitantes o su buena fortuna. Una exhibición de plata, en otras palabras.

Y como no hay foco comunal, las carrozas son una mierda, las comparsas son medio aburridas, los actos comunales son aburridos y repetitivos, y el carácter barbachan y de perrateo del barranquillero raso pronto se hace cargo de la situación y la vaina acaba en una recocha plebe.

Ayer, leyendo los comentarios de varios comentaristas en mi post, recogí varios comentarios valiosos sobre sugerencias a cambiar en el Carnaval de Barranquilla para hacerlo mejor. ¿Qué es esa maricada de la maizena? ¿A nadie se le ha ocurrido en Barranquilla que con esa humedad tan hijueputa que existe en la ciudad, estar apegostrado de maizena es una buena idea? ¿Cuál es la felicidad derivada de crear una costra de sudor y maicena en la cara a las 2 de la tarde en Barranquilla? ¡No, en serio!, que alguien me explique.

Y la guevonada de las letanías, ¿esa vaina es cómo para qué? ¿Qué alegría se supone que me debe causar la lectura sosa de unas vulgaridades en forma de rima sacra? Ni siquiera en la Iglesia Católica existen ya letanías tan lichigas como las del Carnaval de Barranquilla.

Y luego está la obsesión con los mismos artistas de siempre: el Joe, el Checo, Cuco Valoy. ¡Loco, ya, oigamos otra vaina, metámosle variedad a la vaina! A mí me encanta “En Barranquilla me quedo”, pero yo no quiero oírla 24/7 durante los carnavales, ¡por favor!

Y el sonido de los vallenatos durante esos 4 días es anatema de los ritmos carnestoléndicos barranquilleros, porque la música del carnaval de Barranquilla es el merecumbé, la cumbia y de pronto el porro, ritmos muchos más asociados a la ciudad que el vallenato.

Si yo fuera el presidente del comité organizador del Carnaval de Barranquilla, y tuviera como meta vender un carnaval de talla mundial (de verdad-verdad) que compitiera con Rio, Venecia, Canarias, New Orleans, el Junkanoo y otros, haría ciertos cambios fundamentales. Haría de los dos principales desfiles obras maestras visuales de riqueza artística, tal como ocurre en Río y Pasto. Esas carrozas de Barranquilla con publicidad de “La Olímpica” en una tractomula pelada son una plebedad, esa para no decir que los Char no necesitan de más publicidad de la que ya tienen.

Pondría estándares para las carrozas y los disfraces, y exigiría un mínimo de calidad. Esa vaina de zamparse una careta de marimonda y salir al ruedo es una vaina facilista y de mal gusto porque las marimondas son feas, es la verdad. Ve uno las comparsas en las ciudades con grandes carnavales y se ven unos disfraces chéveres, lindos, con motivos lindos y confección elaborada (que no es lo mismo que capas de garabato de $20 millones), y lo compara uno con los carajos con máscaras de garabato y los tipos untados de betún y uno dice, ¿esta mierda qué es? Disfrázate bonito, con riqueza visual, no con una vaina facilista y plebe como lo es zamparse una máscara de garabato.

Y en cuanto a la fiesta popular, cada barrio de la ciudad debería organizar su propia fiesta, en un parque de la vecindad, o en una calle principal del barrio, de tal manera que uno tuviera la oportunidad de hacer “bar hoping” de barrio en barrio y disfrutar de todas las fiestas o de algunas de ellas. Esa vaina de meter a todo el mundo en el coliseo para oír orquestas, o de ir a casetas, concentra la fiesta y la vuelve un concierto. Que la caseta sea tu barrio, como hacen en Sevilla durante la fiesta del Rocío. O que cada barrio organice una caseta a lo largo de una calle como la vía 40, en donde tú puedas visitarlas todas por una suma asequible.

Y si van a hacer un festival de orquestas, hagan uno con música caribeña, en donde siempre haya orquestas nuevas y desconocidas, como fue en su momento el “Festival de Música del Caribe” en Cartagena. Pero ir todos los años a oír a los mismos de siempre, ¡no joda, que jartera!

Y chelou con el vallenato. El vallenato no cabe en el carnaval. Ya Valledupar tiene su festival, que ellos organicen su elegía al vallenato.

Y antes de que vuelvan con el consabido “¡aquí no vengas porque te puede pasar algo!”, pónganse la mano en el corazón, barranquilleros: si el carnaval fuera la cipote fiesta que todo el mundo dice que es, ¿por qué cojones Cartagena y Santa Marta se llenan de Barranquilleros durante los carnavales?

En Cartagena, durante las fiestas del 11 de Noviembre, en mi época, nadie se iba, todo el mundo se quedaba. En Río pocos se van durante su carnaval. En Venezia todo el mundo se queda. En el Rocio, todo el mundo se queda en Sevilla y en Andalucía.

La gran realidad del Carnaval de Barranquilla es que es un carnaval para “decirlo”, para fanfarronear con que la ciudad tiene carnaval, porque la mayoría de la gente pudiente se va esos 4 días para alguna parte. Les encanta el pre-carnaval, el de los clubes, pero llega el carnaval de verdad-verdad y todos los barranquilleros con plata le huyen a la “chusma”.

Loco, estimados amigos barranquilleros, les voy a revelar el secreto de un buen carnaval: la chusma. El carnaval, es la chusma. Organicen a la “chusma”, y van a ver cómo se puede hacer un gran carnaval.

Si si voy a volver a Barranquilla, para ver qué cojones es lo que me va a pasar por decir esto.

¡Priast dixit!

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