
Por: Leonardo Franco Arenas / www.latardedelotun.com________
Aún llegan a mi cabeza recuerdos en blanco y negro, imágenes en difusos claroscuros del que fue quizás el primer funeral al que asistí de la mano de algunos familiares por allá finalizando la década del 60 en el corregimiento de Dosquebradas. No entendía muy bien de que se trataba ese cuadro lúgubre, compuesto de personas compungidas, algunas mujeres llorosas, inquietas por la casa y hombres serios, atribulados, al lado del cajón de madera pulida.
Quedaron dando vueltas por mi cabeza durante décadas las expresiones de algunos asistentes sobre el difunto: “No hay que juzgar a los muertos”, por varios años esa sombría memoria fue recurrente en las noches de pesadilla. Años más tarde preguntando por ese recuerdo me enteré que el finado considerado “un buen muerto”, pero era mejor enterrado por malo. Se trataba de un familiar lejano de mi abuela paterna, nacido y criado en La Victoria al norte del Valle del Cauca, del cual en vida y aún después de tantos años de muerto era mejor no hablar, inclusive para sus familiares más cercanos.
Tiempo después cuando conocí algunos miembros de esa lejana parentela en una visita a su casa en ese municipio a orillas de río Cauca, nos explicaron quién era el personaje del cuadro que dominaba la sala de esa solariega casa rural, quedó claro que era el hombre de mi primer funeral quién a esas alturas ya era un orgullo familiar y del pueblo, un bueno e inofensivo difunto.
Queda indicar que fue la única ramificación familiar que al establecerse en esta zona del norte del Valle, por presión o conveniencia se pasó al partido de Ospina y Caro que dominaba todo este vasto territorio, estar en la orilla del partido liberal era una sentencia de muerte y este familiar prefirió pasar de perseguido a perseguidor.
La muerte para la mayoría de los canallas ha servido para limpiar su imagen de alguna manera, estoy seguro que casi todos tenemos ejemplos de este ejercicio de pulimento histórico sobre algún finado luego de salir de este plano.
En la vida pública tenemos incontables ejemplos de personas non gratas, que sobrepasaron los límites de la convivencia social y de la justicia, quienes luego de ser unos verdaderos demonios el hecho de dejar de respirar, reposar su cuerpo inerte en una caja y luego ser enterrado o cremado les despercudió el historial, pero no el espíritu.
Veamos algunos ejemplos:
Los Gómez, Laureano y Álvaro, Padre e hijo fueron durante gran parte de sus vidas, los instigadores a los peores vejámenes en contra de la población civil que militaba en partidos diferentes al conservatismo. Laureano, coordinó una despiadada guerra sucia desde el congreso en contra de todo el que no estuviera alineado con el partido azul. Murió en su ley haciendo oposición, hasta con los dirigentes de su propio partido que eran contrarios a sus directrices sectarias, fue uno de los responsables de la violencia partidista en Colombia. Luego de fallecer a los 76 años se le rindieron homenajes, nombraron salones en su honor, erigieron bustos y estatuas y hasta hubo días de luto y banderas a media asta.
Álvaro, tenía otra formación pero conservó de su padre la frialdad y la astucia para ubicarse siempre al lado del poder, los grandes pecados los cometió en la primera mitad de su vida, en el marco de la agitada vida política del país. Fue uno de los fundadores de la Universidad Sergio Arboleda una de las instituciones de formación de la ultraderecha colombiana. El país se salvó tres veces que fuera elegido presidente, su asesinato lo convirtió en mártir para algunos. En los actuales momentos es citado como intelectual político, sabio y equilibrado, que débil es la memoria humana. Esculturas y salones en su nombre se encuentran en todo el país.
Hay muchos “buenos muertos” bruñidos por los rituales de sus decesos y los falsos apuntes de quienes han escrito la historia; ejemplos en Colombia de personajes nefastos: Políticos como GL Valencia, Pastrana, Lleras Camargo, Rojas Pinilla, Ospina Pérez y Bertha su consorte, Barco y el verdadero poder Germán Montoya, solo se mencionan algunos entre muchos. Militares, ministros de defensa y jefes de las fuerzas militares. Bandidos, Escobar, Gacha y cientos más. Empresarios. Estos los que han dejado este mundo para provecho de la mayoría.
En lista, esperando la muerte y la entronización como buen muerto hay muchos que con sus fechorías monumentales en los últimos 30 años están levantando la mano para ir derechito a este deshonesto lugar. Si a Pablo Escobar le sobran flores, canciones y se le atribuyen hasta milagros, no puedo imaginar lo que pasará con Uribe y sus secuaces, aquellos señalados y nunca condenados por múltiples crímenes contra Colombia. Aquellos que han sido responsables de la muerte de miles de pacientes de la salud y de niños por desnutrición como resultado colateral del robo de los recursos. Mario Montoya, la ex vice presidenta, Maza Márquez, Santofimio, Pastranita, Gaviria Trujillo, Fico, estos pocos, entre cientos de candidatos a ser “buenos muertos”.
La muerte que parece lavar las manchas de los delitos y atrocidades cometidas convirtiendo estas personas en algo menos que santos o buenos muertos ya no tendrá una cómplice manipulada, la historia, aquella historia contada por sus adoradores y cómplices, ya no tendrán la potestad de escribir las memorias y crear sus narrativas falsas, adulteradas a su conveniencia. Las tropelías cometidas quedarán grabadas y preservadas en la memoria histórica y verdadera de la Nación. La historia la construye y deja evidencia el pueblo. NO MÁS CON LAS ADULTERADAS CRÓNICAS SOBRE ESTOS CANALLAS DIFUNTOS.