
Por Leonardo Franco Arenas / www.latardedelotun.com________
La responsabilidad y el problema es de los venezolanos.
El gobierno del Cambio con su presidente Gustavo Petro a la cabeza, hoy descansa parcialmente del consabido ataque mediático y político que desde todas las orillas de la ultraderecha colombiana (oposición de la gente de bien) descargan de manera permanente con bulos, cortinas de humo y embustes.
La razón, toda esta nefasta ralea está ocupada desde hace unos días en empujar la imagen de Edmundo González ante los venezolanos para que se revelen y salgan a las vías del hermano país y de ciudades de otras latitudes, sin medir las consecuencias. Recordemos la premisa del CD de sacar la gente “emputada” a las calles, tratando quizás, que esto desemboque en un baño de sangre.
Es muy improbable que este Guaidó II pueda siquiera ingresar a Venezuela, no está autorizado y si lo hace azuzado por quienes desde la galería lo impulsan, será puesto preso. Presiento que este ex agente de la CIA, su comitiva y los exmandatarios latinoamericanos apostados en Panamá ni siquiera puedan cruzar la frontera, lo más probable es que hagan una pantomima de posesión en otro país e inicie el peregrinaje inutil por el mundo, buscando apoyo como lo hizo Juan Guaidó en su momento, acompañado de quien maneja los hilos de este entuerto desde las sombras, María Corina Machado, quien siempre mantenido la ambición de poder.
Los veteranos políticos de derecha acuartelados en Panamá tomando whisky y hablando pestes huérfanos de autoridad y relevancia son: Andrés Pastrana; los mexicanos Felipe Calderón y Vicente Fox; el paraguayo Mario Abdo Benítez; la costarricense Laura Chinchilla; los panameños Mireya Moscoso y Ernesto Pérez Balladares; los ecuatorianos Jorge Jamil Mauad y Guillermo Lasso, el dominicano Hipólito Mejía, Jorge Quiroga de Bolivia y la ex presidenta colombiana Martha Lucia Ramírez. La verdad es que lo proponga o apoye cualquiera de estos matachines no es bueno.
A continuación les comparto una columna sobre quién es realmente este rico abuelo venezolano.
EL ROSTRO OCULTO DE EDMUNDO GONZÁLEZ.
Por: Nadia Díaz
No se puede olvidar el papel nefasto que jugó Edmundo González Urrutia (candidato a la presidencia de Venezuela por la extrema derecha) en El Salvador, cuando era el segundo en la Embajada de Venezuela, junto al embajador Leopoldo Castillo, conocido como el Matacuras.
Esto sucedió entre 1979 y 1985, como parte del Plan Cóndor en El Salvador y el proyecto contrainsurgente que impulsó el republicano Ronald Reagan contra el pueblo salvadoreño para impedir que las fuerzas revolucionarias avanzaran, ya que el factor que prolongó la guerra civil fue la intervención norteamericana.
La misión del embajador Castillo y de Edmundo González fue ser agentes de muerte. En los documentos desclasificados de la CIA, en febrero de 2009, Castillo apareció mencionado como corresponsable de los servicios de inteligencia que coordinaron, financiaron y dieron la orden para la ejecución de la Operación Centauro, que consistió en una serie de acciones violentas del ejército salvadoreño y los “escuadrones de la muerte” para eliminar físicamente a las comunidades religiosas congregadas en torno a la búsqueda coherente a la teología de la liberación, de una solución pacífica y negociada de la guerra.
En los años en que la embajada estuvo a cargo de Castillo y González, el ejército y los escuadrones dejaron un saldo de 13 194 civiles asesinados, entre ellos San Oscar Arnulfo Romero, cuatro monjas Maryknoll y los sacerdotes Rafael Palacios, Alirio Macias, Francisco Cosme, Jesús Cáceres y Manuel Reyes. Y aunque ya no estaba en la función diplomático, aún se desempeñaba como asesor de estructuras de inteligencia (pentagonito), cuando fueron asesinados los seis jesuitas y las dos trabajadoras el 16 de noviembre de 1989.
Los crímenes respaldados por la gestión de Leopoldo Castillo y colaboradores como Edmundo González son considerados como “crímenes de lesa humanidad” y, por tanto, son imprescriptibles.
Llegará un día en que tendrán que rendir cuentas a la justicia española y salvadoreña por su participación en el exterminio de religiosas y religiosos y comunidades pacíficas que estuvieron al lado de la paz durante el conflicto bélico que azotó El Salvador. Las terribles secuelas de sus actos aún perviven.