EL FEMINISMO Y LA CRUZ.

Por: Lucero Martínez Kasab* – La Nueva Prensa / www.latardedelotun.com________

La Cruz que mostraron los españoles a los pueblos de estas tierras para justificar su dominación no era la misma de 1492 años atrás. Esa madera sagrada llegó manchada de sangre en su nombre, ya era la inversión del cristianismo que, de rebelde ante el imperio romano, se convirtió en el imperio mismo para perseguir a quienes no siguieran sus dogmas. Esa Cruz, pasados los primeros siglos de la muerte de su Inspirador, fue dejando en el camino los principios éticos por los que Él murió crucificado: la compasión, la humildad, la sencillez, el amor por los niños, el amparo a la mujer, puesta de rodillas por los hombres a punta de piedras.

Esa Cruz que fue libertad de culto, la crítica a la ley injusta, el amor por encima del dinero trajo a estas tierras el patriarcado, el mismo de la Inquisición que quemó vivas a miles de mujeres en la Edad Media europea porque, vio en ellas la inteligencia, la intuición, el arrojo de cuestionar, como un Cristo hecho mujer, las injusticias cometidas por los varones.

Una investigación sobre la historia del sometimiento a la mujer realizada por la médica Martha Lucía Correa Escobar durante gran parte de su vida El despertar de las diosas, nos remite a siete mil años atrás, cuando se inicia esta subyugación, la que hará parte de la cultura occidental. Uno de los aspectos más valiosos de su libro nos muestra que en un principio no hubo dioses, como lo dice el patriarcado, sino, diosas. De la mitología nórdica surge Freya, diosa de la belleza y el amor; Bastet, egipcia, diosa de la armonía y la felicidad; Atenea, griega, de la sabiduría; Xochiquétzal, mexicana, de la belleza, la fertilidad y las artes…, pero el patriarcado las desplazó para entronizar a los dioses masculinos; por eso la lucha de las mujeres contra la opresión del hombre es la lucha más larga de la humanidad.

Es así como lo primigenio es el clan materno, el que jugó un papel definitivo en elevar a un animal a la categoría de humano a través de la mujer en su relación con los hijos, con las demás mujeres, con los hombres y con la tierra…, por eso inventó la agricultura. De ella nació la compasión, la solidaridad, lo comunitario basado en el derecho materno…, lo que después encarnaría en un varón, Jesús. Principios que el patriarcado desfiguró imponiendo la dominación, un rasgo que está llevando a la humanidad al desastre; una dominación de género, de economía, de saberes, de colores de piel, de territorios.

Es en este siglo XXI donde todas las opresiones gestadas por el patriarcado con la Cruz colgada sobre el pecho están eclosionando. Cada dominado crea su propio grupo con el fin de reivindicar sus derechos, pero se olvidan de la solidaridad entre todos los aquejados; de manera que estamos asistiendo a una competencia de opresiones que retrasan aún más el cambio de las estructuras que sostienen el supremacismo imperial norteamericano, el mayor generador de injusticia en el Planeta.

Dentro de esos grupos está un feminismo practicado por un sector en Colombia y el mundo que renuncia a la visión de conjunto de la historia humana, que cede a la tentación de emerger de las cenizas de las mujeres quemadas vivas, no para luchar por la renovación y la esperanza como el ave Fénix, sino para convertirse en esos hombres que las lanzaron al fuego y ahora, en uso de la revancha, empujarlos a ellos en una regresión a la barbarie; es la justicia con las propias manos, imitando al monstruo contra el que lucha.

En el proceso de hacernos humanos la mujer fue determinante por su grado de cooperación, nos recuerda Martha Lucía Correa; sin embargo, hoy en día, un sector del feminismo individualista ha perdido esa capacidad, colocando su opresión por encima de todas las demás. Al levantar a piedras a los hombres que van luchando adelante contra el imperio, no sólo retrasa el avance social de la fuerza liberadora, sino que perpetúa el ciclo de la violencia y allana el camino al fascismo. Existe un orden jurídico milenario, el mismo que recientemente declaró culpable de homicidio agravado a Andrés Ricci González por el asesinato de su pareja la deportista Luz Mery Tristán; un orden que debe seguir perfeccionándose.

El feminismo debería recordar que esa Cruz que el patriarcado ha deshonrado al traicionar los principios de quien murió crucificado por subversivo, también les pertenece a las mujeres por ser símbolo de liberación y de construcción de un mundo nuevo que puede lograrse a través de una virtud que Él difundió y que ellas han cultivado como la tierra misma, el altruismo.

* luceromartinezkasab@gmail.com

 

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