
Por: Leonardo Franco Arenas / www.latardedelotun.com ________
En el panorama político de Colombia se presenta hoy, más que nunca, una dinámica compleja y desafiante. El gobierno del Cambio y la oposición de derecha están atrapados en un pulso por el control del Estado, donde ha existido una narrativa taxativa en el tiempo del poder hegemónico, la cual ha persistido durante casi dos siglos en Colombia.
Este poder se hace evidente en la supremacía ejercida por una élite económica y política, manifestándose a través del tiempo en su influencia en el Estado, la cultura, la economía y la política, lo que nos recuerda las figuras mitológicas y conceptuales de Procusto, Némesis y Ptono. Este escenario nos lleva a una reflexión profunda sobre las tensiones y las motivaciones que impulsan a ambos lados en su lucha por el control y la influencia en el país. La oposición de derecha busca, a toda costa, mantener un status quo que favorece sus intereses particulares e históricos, ajustando las políticas y los discursos en el mismo molde ideológico que se ha mantenido y que excluye la diversidad y las voces disidentes.
Procusto, el gigante de la mitología que ajustaba a sus huéspedes a una cama, ya fuera estirándolos o cortándolos para que encajaran en su propia visión de la perfección. En la política colombiana, esto puede interpretarse como una tendencia a imponer un marco construido a través de la línea del tiempo de la nación, eliminando o excluyendo las ideas o actores que no han encajado en sus esquemas. La falta de flexibilidad, el afán de hacerlo a su medida y a toda costa, generan un clima de intolerancia y violencia que polariza, anula el diálogo, castra y reprime la participación pluralista.
La derecha parece representarse en una especie de Némesis, la diosa de la venganza, obsesionada en un ciclo donde la crítica y la oposición política se convierten en una revancha y calumnia constante contra los logros del gobierno Petro, en lugar de una búsqueda genuina de soluciones. La tendencia a buscar venganza o a mantener una postura de revancha, profundiza la polarización, creando un ambiente agresivo, feroz si se quiere. Hoy las diferencias se convierten en enemistad y las acciones ya no se miden por el beneficio común, sino por su impacto en el enemigo político.
Finalmente, el concepto de Ptono, que puede entenderse como envidia, celos o menosprecio, parece estar en las actuaciones cotidianas de esta élite. La envidia hacia las capacidades del adversario, los logros que parecen superar los anteriores o las alianzas nacionales o extranjeras que consolidan la imagen y el poder, alimentan un clima que impide la existencia de una colaboración efectiva. La envidia, en su forma más destructiva, limita la visión de país y fomenta un constante estado de competencia y desconfianza que retrasa las posibilidades del progreso conjunto.
En conclusión, la actual confrontación política en Colombia está marcada por la rigidez reminiscente de Procusto, la tendencia a la venganza propia de Némesis, y una envidia que actúa como combustible para el conflicto. Para avanzar, es imprescindible que el constituyente primario se pronuncie en las urnas, primero en la consulta popular y luego en las elecciones de 2026. La campaña ya arranca, y solo así podrá Colombia romper con estos patrones y avanzar hacia un futuro más estable y justo.
La HP Envidia es la sombra del deseo insatisfecho y la orfandad del poder que los lleva a comportamientos destructivos contra la Nación, el país y el Estado, en la búsqueda de poder por cualquier medio, a toda costa. En el actual escenario político colombiano, se refleja cómo la oposición de derecha se alimenta de la envidia por los logros o las reformas del gobierno progresista.