
Por Leonardo Franco Arenas / www.latardedelotun.com ________
La opinión de los columnistas no compromete la línea editorial ni es responsabilidad del medio que los publica; esta es personal y, en algunas ocasiones, no coincide con la línea del medio de comunicación.________

Las falsas narrativas en la prensa colombiana representan un desafío importante para la sociedad. Muchas veces, los medios de comunicación o sus colaboradores pueden caer en la tentación de presentar información sesgada o incompleta, ya sea por intereses políticos, económicos o por un afán de manipular la audiencia, se practica un activismo pernicioso desde la pluma o el micrófono. Lo anterior abunda en el país y sus principales exponentes son los grandes medios corporativos y colaboradores.
Lo anterior puede llevar a que se creen y difundan versiones distorsionadas de los hechos, generando confusión, desinformación y, en algunos casos, fomentando la polarización social. Es fundamental que los medios, y sobre todo los columnistas, actúen con responsabilidad, promoviendo una información equilibrada y veraz, para que la ciudadanía pueda formarse opiniones fundamentadas y contribuir a una sociedad más justa y transparente. Esta no es una práctica presente en los medios nacionales, al contrario, son los mayores creadores de contenidos falsos que llegan a las audiencias.
Como es de esperarse, en una reacción natural de defensa de los intereses propios de la élite y desde una de las principales voces del establecimiento, el diario El Tiempo, tres columnistas —solo por mencionar algunos publicados hoy— salen a denostar las movilizaciones sociales y al gobierno progresista. Olvidan estos “seres de bien” que ya no pueden construir falsas narrativas sobre lo que sucede sin que se descubran sus falsedades y sus verdaderas intenciones. Existen las redes, los medios alternativos, pero, sobre todo, la nueva realidad: actualmente, el pueblo ya no traga entero ni se deja engañar.
Como ejemplo de las malas prácticas, menciono a tres conocidos columnistas: María Isabel, Néstor Humberto y Mauricio, ellos mienten desaforada y descaradamente, desde sus columnas en ese autoproclamado olimpo de la democracia colombiana, El Tiempo, hoy domingo 1 de junio de 2025. Doña Estela y doña Yaneth consideran que a Petro le faltaron dos cosas: pueblo y causa, según Rueda. Tributaria ‘encapuchada’: si lo que quieren es golpear con un mazo letal a la iniciativa privada, lo lograrán, afirma Martínez. Y, Petro, perdió la calle. Son los símbolos de la semana en que Petro, por años, fue amo y señor de la movilización social, y hoy, por primera vez en mucho tiempo, perdió la calle, según Vargas.
Faltan a la ética y a la honestidad cuando manipulan y distorsionan la información de manera irresponsable y descarada por interés personal, político o del medio de comunicación que los arropa. Sabemos que están comprados y alineados con el poder económico del país; por beneficios personales e intereses de clase, venden su pluma y su alma al mejor postor, al hombre más rico de Colombia.
Aupados durante décadas, arrimados al poder por conveniencias y arrodillados ante sus amos, mienten de manera vergonzosa, buscando recuperar ese hilo conductor que poseían, con relatos inventados sobre el país de las maravillas en que vivíamos y el riesgo de perderlo si protestábamos.
Mil veces mentirosos, ya muestran sus desnudeces morales y humanas, la precariedad de sus razones y argumentos; su credibilidad se ha atomizado y ahora intentan recuperarla a manotazos, desesperados por el abandono de sus antiguos lectores, los esclavos. Como estos tres sinvergüenzas, hay centenares en esta sufrida pero esperanzada nación.
“No salimos de la universidad para gobernar, sino para algo mucho más delicado: informar, orientar, cuestionar, abrir caminos y despertar conciencias, una tarea que en democracia puede resultar honrosa y placentera, pero que en circunstancias como las que estamos viviendo implica reciedumbre moral, fuerza de voluntad y una determinación inflexible para no ceder ante las presiones y sus riesgos, de manera que, por encima de todo, podamos cumplir a cabalidad —cueste lo que cueste— nuestra más básica obligación: la búsqueda y exposición pública de la verdad”.
Roberto Giusti: Opinión en prensa, radio y televisión, en el Foro Comunicación y Libertad, Universidad Católica Andrés Bello, octubre de 2005, Caracas.