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En un escenario global cada vez más tenso, Donald Trump aparece como una figura que, en una mano, sostiene un surtidor de gasolina, y en la otra, un encendedor. La metáfora resulta inevitable ante la alarmante escalada de conflictos en Oriente Medio, que amenaza con desatar una conflagración de proporciones devastadoras. _________
El bombardeo de Estados Unidos en Irán, ocurrido en las últimas horas, ha generado una alarma mundial que contrasta con la fría y cínica declaración del presidente estadounidense del 21 de junio. Sin mostrar signos de arrepentimiento o cautela, Trump afirmó: «Las instalaciones esenciales de enriquecimiento nuclear de Irán han sido completa y totalmente destruidas. Irán, el matón de Oriente Medio, debe ahora hacer la paz.» Una declaración que, lejos de apaciguar y buscar salida diplomática, parece allanar el camino hacia un conflicto abierto.
Este acto, que podría considerarse como una declaración de guerra, marca sin duda el ingreso oficial de Estados Unidos en la confrontación entre Irán e Israel, una de las más peligrosas en la región en décadas. La gravedad radica en que, con una sola acción, se ha puesto en jaque la estabilidad de toda una zona y, por extensión, la paz mundial.
La comunidad internacional observa con creciente preocupación cómo las decisiones unilaterales y las declaraciones insensatas pueden desencadenar una serie de eventos catastróficos. La historia nos enseña que el uso indiscriminado de la fuerza y las políticas de confrontación solo sirve para avivar el fuego, sin ofrecer soluciones duraderas ni caminos hacia la paz.
Es imperativo que los líderes mundiales, en especial Estados Unidos, reconsideren sus pasos y opten por el diálogo y la diplomacia. La alternativa, encender más fuego en un mundo ya inflamado, solo puede conducir a un desastre global. La paz no se logra con bombas ni con declaraciones provocadoras, sino con entendimiento, respeto y compromiso con la estabilidad internacional.
Los intereses económicos por el petróleo y la tierra parecen ser nuevamente el punto de inflexión para que la potencia militar norteamericana viole y pase por encima de cualquier protocolo y acuerdo firmado a instancias de la ONU u otro tratado internacional, ignorándolos de manera flagrante.
El mundo no puede permitirse ser el espectador pasivo mientras una mano sostiene el surtidor de gasolina y la otra, el encendedor. La responsabilidad de evitar una catástrofe recae en todos, pero especialmente en quienes tienen en sus manos el poder de decidir. Que no sea demasiado tarde para apagar las llamas antes de que consuman todo a su paso.