LOS “MALOS” HACEN MÁS QUE LOS “BUENOS”

Por: Yezid Arteta Dávila  / www.latardedelotun.com ______

Hace poco un intelectual barranquillera que reside desde hace varias décadas en los Estados Unidos me hizo llegar por WhatsApp algunas consideraciones que hizo en la Universidad de Harvard el polifacético Peter Coyote sobre el “teatro de la protesta”. El popular narrador y actor neoyorkino afirmó en clase que muchas de las protestas acaban por convertirse en videos de campaña de los operadores políticos o volviéndose en contra de los intereses de quienes protestan en las calles. Es lo que viene ocurriendo en Colombia: el perrateo de la protesta.

Cuatro borrachos atacando a una estación de buses o media docena de frikis encapuchados jugando a la guerra de trincheras en una transitada avenida echan por tierra el propósito de la protesta que exige derechos sociales. Un energúmeno atacando a periodistas o una escuadra de gritones amenazando con asonadas contra el Gobierno, deslucen la marcha que en principio clamaba contra la violencia. Así van las cosas en Colombia, un país en el que se intenta forzar la realidad mediante la exageración. Una nación tomada por la propaganda. Las decenas de personas se presentan como miles y el ruido de unos cuantos como la voz de millones.

Hace tiempo que la llamada “opinión pública” de Colombia no se expresa. Cuando se convoca a protestar en las calles, la mayoría social se queda en casa. Cincuenta mil personas marchando en una ciudad como Bogotá con más de ocho millones de habitantes es una pichurria. En la marcha contra el secuestro en febrero de 2008 participaron millones de personas en todo el país. Cientos de miles de estudiantes se tomaron en el 2011 las calles y plazas de Colombia en rechazo a la regresiva reforma educativa. En Madrid, por ejemplo, una concentración con menos de cien mil personas se toma como un cuasi fracaso. La población Bogotá es tres veces la de Madrid.

Los grandes medios no ayudan a formar una “opinión pública” crítica, independiente y razonable. Alimentan el sectarismo y la crispación entre colombianos. Tratan a los ciudadanos como párvulos. Es lamentable que los canales privados de televisión cubran una marcha —como ocurrió el pasado 8 de junio— con el folclorismo que emplean en las transmisiones del desfile de silleteros en Medellín, la guacherna de Barranquilla o el Carnaval de Pasto. Fotografías desde ángulos amañados, la pueril y maniquea historia de que los “buenos” son más que los “malos” y las fugaces entrevistas de personajes hinchados de rabia que salpican con su saliva los micrófonos, son parte de una patética escenografía que debería avergonzarnos como sociedad. Como en los spaghetti western de Sergio Leone: una pequeña banda de malotes somete a la inocente mayoría.

Así, Viejo Topo, vamos a ninguna parte. Los ricos del norte marchan contra los pobres del sur y viceversa. La violencia física y retórica de los “malos” resulta más eficaz y letal que las plegarias de los “buenos”. Sería bueno que todas las iglesias y las rectorías de las universidades y colegios convoquen a una sola marcha que junte a quienes respaldan al Gobierno y quienes se oponen a él. Una convocatoria contra todas las violencias y por la vida. Todas las vidas valen o valían. La del senador Miguel Uribe Turbay, como la de Luis Aurelio Araujo Hernández, líder indígena del pueblo Awa asesinado el pasado  3 de junio en un paraje del departamento de Nariño.

@Yezid_Ar_D

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