DE LA CORRONCHERÍA AL ESPANTAJOPISMO.

Por: Yezid Arteta Dávila / www.latardedelotun.com  _______

Efraín Cepeda trastabilló al pronunciar el pasado 20 de julio en el Capitolio de Colombia los nombres de John Stuart Mill y Alexis de Tocqueville. El ghost writer —el escritor fantasma que le redacta los discursos— y la Inteligencia Artificial metieron en camisa de once varas al entonces presidente del Senado. Cepeda tuvo que agachar la cabeza, fijar detenidamente la mirada sobre el papel y hacer un esfuerzo para gaguear los nombres del británico y el francés que el puñetero asesor y la IA le clavaron en el discurso. Los viejos políticos de la burguesía colombiana eran dueños de una sofisticada formación intelectual. Los de ahora son mayoritariamente corronchos. La tendencia global es ir del refinamiento al perrateo.

A veces pasamos de la corronchería al espantajopismo y viceversa. Hace unas semanas la W Radio anunció a los cuatro vientos el que sería el “debate jurídico del siglo” entre el ministro de Justicia Eduardo Montealegre y el profe Mauricio Gaona. Ningún debate, sólo una demostración de vanidad teorética sin piso de realidad política. Un ejercicio para primíparos de las facultades de leyes, típico de un país como Colombia, cuyos cimientos fueron levantados a través de la violencia y las paredes cubiertas por leguleyos y gramáticos. Sólo apariencia. Caserones decimonónicos habitados por comparsas de ópera que dicen llamarse “gente de bien”. Señores y señoras que, sin ningún reato de conciencia, le venden el alma al mismísimo Satanás para llenar la nevera y pegarse un viajecito a Cartagena de Indias.

Olvidado el “debate del siglo”, los medios volvieron a la corronchería. Escuchar la radio colombiana es divertido. Esta vez sacaron de la chistera a la entonces honorable y desconocida Lina María Garrido, representante a la Cámara por el departamento de Arauca, para que imitando a la ‘Niña Tulia’ —la mamá de ‘El Flecha’, creada por el escritor loriqueño David Sánchez Juliao— le “pintara la cara” al presidente Gustavo Petro. Luego, como en una gallera de aldea, los honorables congresistas de la oposición lanzaron toda suerte de maldiciones contra el Gobierno.

Debo decirte, Viejo Topo, que desde mi época de estudiante de bachillerato en Barranquilla, no había observado una recocha adolescente como la protagonizada por los operadores políticos de oposición que prometen gobernar a Colombia desde agosto de 2026. Un obelisco a la sin razón. La escritora y diseñadora wayuu Estercilia Simanca Pushaina dejó en su muro de Facebook un comentario acerca del hartazgo que existe en la península colombo-venezolana por el empleo oportunista de los políticos al uso de la tragedia humanitaria que vive su comunidad.

Petro hace dos tipos de discurso. Uno, con fintas macondianas, en el que se va por las ramas y otro en el que brilla por su ilación y contenido. Paso de largo de los primeros, y me detengo en los segundos. El discurso pronunciado el pasado 20 de julio en el Capitolio fue de los segundos. Un balance cifrado y argumentado de su gobierno en el que mostró aciertos y yerros, amén de los desafíos que tiene el país. Fue algo similar al Discurso del Estado de la Nación que anualmente realiza el presidente de los Estados Unidos ante el Congreso. Ameritaba una réplica del mismo nivel por parte de la oposición, pero les ganó la corronchería y la matonería.

Recomiendo a la mayoría de opositores de Colombia quienes sienten una fascinación masoquista hacia las formas políticas estadounidenses, a escuchar o leer el discurso de más de ocho horas seguidas que el senador demócrata Bernie Sanders pronunció el 10 de diciembre de 2010 sobre la codicia de las grandes empresas y el declive de la clase media. Quizá les pueda servir para la réplica del 20 de julio de 2027… si las cosas siguen así.

 

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