
Por: Francisco Javier Díaz. / Periódico VIDA – www.latardedelotun.com _______
Los tiempos del padre Camilo Torres, como los de hoy, fueron convulsionados y de protesta. Los jóvenes de entonces abrazaron la utopía y la rebeldía como pilares de la historia. ________
Fue en la década de los sesenta cuando América Latina vivió años de movimientos estudiantiles, de Guerra Fría, de golpes militares, el surgimiento de guerrillas, la guerra de Vietnam y, claro, las protestas de los estudiantes en París. Y cuando muchos jóvenes se enlistaron en la revolución.
En ese momento de la historia surge la figura de Camilo Torres, un joven sacerdote que había sido capellán y también fundador de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional junto al maestro Orlando Falls Borda.
Creó el Frente Unido del Pueblo, un movimiento social y político y, al final, antes de “irse pal monte», ejerció como párroco en la iglesia de la Veracruz en Bogotá. Camilo también fue el creador del movimiento de Juntas de Acción Comunal, como un instrumento para ayudar al desarrollo de las bases en los campos, en los pueblos y, por supuesto, en las ciudades.
Le colaboró al entonces Coronel Álvaro Valencia Tovar en la implementación de acciones cívico militares como una forma de acercar el Ejército a la gente e irse “ganando» a la población civil en la lucha contra-insurgente.
Las paradojas que tiene la vida, ese militar que trabajó con Camilo en proyectos sociales, después se convirtió en el Comandante de la Quinta Brigada del Ejército, con sede en Bucaramanga y fue el encargado de dirigir las operaciones contra un grupo de guerrilleros del ELN, que al mando de Fabio Vásquez Castaño, tenía su accionar en zona rural de San Vicente de Chucurí y donde, según información de inteligencia, podía estar el cura Camilo.
Nadie entiende cómo el ELN sacrificó ingenuamente a una figura tan importante como la del padre Camilo Torres. Sin mayor preparación militar, se le permitió ir a un combate en el que perdió la vida.
El padre Camilo Torres murió el 15 de febrero de 1966, en Patio Cemento, Municipio de San Vicente de Chucurí. Y nació una leyenda, la de Camilo Torres, el Cura Guerrillero, que dejó una estela de pasión por el trabajo con la gente en los barrios marginados de Bogotá, en los llanos del Casanare, en fin, a lo largo y ancho de un país que hacia finales de los años 60, hervía en protestas sociales y pedía a gritos el fin del Frente Nacional, para que los de abajo también pudieran participar en política.
Todavía hay testimonios de esa época, como el de José Francisco Guarnizo, un obrero que militó en el ELN y que un día cualquiera del año 1975, recibió de manos de un combatiente de esa guerrilla, un encargo muy especial: la sotana de Camilo. “Cuídela como un tesoro, es importante para la historia de nuestro país», le dijo y nunca más volvieron a conversar.
Guarnizo guardó la Sotana por más de 40 años. En el mismo empaque en que se la entregaron, la tuvo en el San Alejo, en el armario y la cuidó lo mejor que pudo, hasta que un día conoció a Álvaro, un periodista que trabajaba en el Congreso. Le dijo mire lo que tengo. El periodista lo contactó con el senador Iván Cepeda y, al final, después de un breve encuentro con Vera Grabe, una dirigente del M-19 y con el padre Javier Giraldo, director del CINEP, este hombre humilde y anónimo, le entregó al presidente Gustavo Petro, la sotana del padre Camilo.
Pero surgió la pregunta, ¿cómo sabemos que es auténtica? El padre Giraldo recordó que en Medicina Legal había un perfil genético con el ADN de Isabel Restrepo, la madre de Camilo, dicho examen se lo habían practicado a su cadáver en la Habana (Cuba), donde falleció y había sido remitido al Departamento de Medicina legal en Bogotá.
Inmediatamente el presidente Petro pidió a Medicina Legal los exámenes de rigor y efectivamente esta pieza de paño de pura lana importada del Perú, de 1,80 metros, correspondía a una persona alta de la estatura del sacerdote.
Luego de los cotejos forenses, se determinó que sí era una de las sotanas de Camilo, la misma que se llevó para el monte cuando se unió al ELN, la misma con las que ofició eucaristías y hasta el matrimonio de una pareja de guerrilleros en algún lugar de las montañas de Santander.
La sotana del padre Camilo está hoy en la Casa de Nariño, al lado del sombrero de Carlos Pizarro, el comandante del M-19 que fue asesinado en pleno vuelo en un avión de Avianca en 1989.
Dice la canción que “donde cayó Camilo nació una cruz, pero no de madera sino de luz». De Patio Cemento (Santander), a la Casa de Nariño, la leyenda vive, el sueño de justicia social hoy está más vivo que nunca y la sotana, al lado del sombrero de Pizarro y frente a una imagen de Jorge Eliécer Gaitán, todavía parecen resonar al unísono: ¡A la Carga