¡FUERA, MALDITA MANCHA!

Por: Yezid Arteta Dávila – Cambio / www.latardedelotun.com  ______

Por estos días Colombia deambula, como Lady Macbeth en el drama de Shakespeare, en un escenario decorado con ese género de pasiones que devalúan al ser humano: la codicia, la manipulación, la enajenación y el delito. En el centro del escenario reposa el cadáver aún tibio —como lo describiera un columnista de Radio Guatapurí— de un hombre a quien le fue arrebatada la vida a balazos: Miguel Uribe Turbay.  ______

Ex presidentes de Colombia, opinadores que ostentan premios de periodismo, aparatos de propaganda electoral y toda suerte de operadores políticos están en una cruel disputa por el cadáver del senador. Los individuos que ordenaron el crimen consiguieron uno de sus objetivos: incrementar entre la sociedad colombiana la discordia y el señalamiento. No se mata a un senador de la república al azar. Siempre hay una motivación. El papel de la justicia es el de encontrar al cerebro que orquestó el crimen y el motivo para llevarlo a cabo.

En las redes sociales proliferaron todo tipo de especulaciones acerca del estado de salud del senador Miguel Uribe Turbay luego del atentado. Algunos influencers, como si se tratara de un capítulo de la serie Expedientes X o el programa Cuarto Milenio, tramaron una serie de teorías conspirativas traídas de los cabellos. Las especulaciones y las teorías conspirativas fueron tensando el ánimo de la población colombiana hasta que, el anuncio de la muerte del precandidato presidencial, rompió la cuerda. Sobre las brasas de la maldita y endémica violencia en la que ha sobrevivido Colombia hubo quien lanzó un bidón de gasolina. El periodismo de alcantarilla y los oportunistas sacaron del trastero los fuelles para avivar las llamas. Hay una minoría reaccionaria y parasitaría del país que obtiene réditos de la violencia y el terrorismo. Karkas como define el quechua a los esqueletos de la muerte.

Mientras los deudos de sangre del fallecido senador clamaban por “dejar a un lado los discursos incendiarios”, la canalla enmascarada en el radicalismo político se tomó las cámaras y los micrófonos del país e incitaron a la vindicta. ¡Venganza! ¿Qué tipo de venganza?  ¿Contra quién? ¿Destripando a la izquierda? ¿Ofreciendo balín? ¿Ilegalizando partidos? ¿Instaurado el delito de opinión? ¿Suspendiendo la Constitución? ¿Mutilando los derechos? ¿Anulando la libertad? ¿Empleando la fuerza bruta contra los que no piensan como tú?

“Polarización” es el vocablo más empleado por estos tiempos. Los políticos y analistas lo utilizan a menudo en sus argumentos. “Crispación” es otra expresión que se escucha con frecuencia en los plató de radio y televisión. La polarización, entendida como la discrepancia sobre cualquier asunto público, no está mal. Las antípodas ideológicas no es un problema. El problema surge cuando le pones una pistola en la cabeza a tu contradictor.

La crispación está más asociada al enfado, ese estilo rabioso que emplean habitualmente los operadores políticos cuando le ponen un micrófono en su bocaza. El “mal rollo”, dicen los españoles. Más que polarización y crispación lo que hay en Colombia es una especie de “corraleja humana”, como sentenciara el personaje del finado escritor caribeño David Sánchez Juliao. Todos contra todos. Una riña de gallos, azuzada por los apostadores.

No es fácil salir de este momento perturbador que puede volver atrás a la rueda de la historia colombiana. ¿Devolvernos un cuarto de siglo? No, el interés general y la felicidad de los colombianos y colombianas son más importantes que la charlatanería y la beligerancia de quienes se empeñan, ruinmente, en plantar una campaña política sobre los restos de Miguel Uribe Turbay. ¡Fuera, maldita mancha!, exclama la impaciente Lady Macbeth, procurando eliminar de sus manos la imaginaria sangre que la atormenta. No caigas en provocaciones, Viejo Topo.

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