TEXTOS. Dudas de un bautizo, Aurora o Adelaida.

Autor: Leonardo Franco Arenas – www.latardedelotun.com

______   “Pensemos, como tantas veces, que un nombre puede ser una bendición, o una condena. Pensemos que bautizar, cuando escribimos, también tiene sus consecuencias” Clara Obligado.

Nombrar, bautizar. Quienes nunca han pasado por esta experiencia en la vida real o en su defecto, la vida literaria, creerán casi irresponsablemente que esa es una tarea sencilla y sin importancia. ¡Qué insensatez!, que falta de tino y solidaridad, de sensibilidad y proyección. Un nombre, EL NOMBRE, para una persona o un personaje literario, protagonista, secundario o de relleno, debe ser meditado, sopesado, estudiado cuando menos, analizando su personalidad, apariencia, estrato, continuidad e importancia en la obra para bautizarlo.

Los hijos no tienen la culpa de sus nombres, algunos cargan con un san Benito que los identificará malamente durante toda su vida, Rufino, Pantaleón, Eustaquio, Epifanio para los niños; para las niñas, Gregoria, Agapita, Hermenegilda, Tránsito etc. estos son solo muestra de nombres que a algunos nos parecerán horrendos, pero recordemos que entre gustos… En fin, algunos padres movidos o motivados por algún complejo, logran de un plumazo en la notaría o la iglesia marcar de mala manera a sus retoños por el resto de la vida.

Cuando digo, de gustos, hay una anécdota reciente, orgullosamente para mí y mi hijo, lo bautizamos con el nombre de Federico, para una joven amiga de corta experiencia y largas luces es horrible, casi es ¡innombrable! Los gustos.

También hay que hacer hincapié en los rebuscados nombres de origen extranjero, ancestral, histórico o energético (está de moda), los campeones de estas bellezas de nombres que a veces son casi un mote o seudónimo, son los paisas, los rolos y los de la zona cafetera, apelativos con combinaciones explosivas y exóticas, veamos: Yorlady Estefanía, Maikol Estiven, Yerli Tatiana, Briyith Johana, Braider Camilo, Natalia Yulieth. En Antioquia es muy común agregarles el Jesús a los nombres, Tayson de Jesús o Teresita del Divino niño. ¡Gustos!, los anteriores de personas de carne y hueso, no menos difícil es el bautizo en tinta.

En los personajes de las novelas algunos son reales, existieron o aún viven, se tiene referencia de quienes son, sus características y cómo se comportan, apariencia, personalidad y conducta en su entorno y ante la sociedad, su estado emocional, etc etc. Cuando son personajes que vivieron en otra época, así tengamos referencias, hay que hacer la construcción meticulosa del personaje.

Cuando son parte de la ficción surgen de dos maneras, por necesidad del autor de alguien que asuma determinadas responsabilidades, roles o sea simplemente el relleno la historia, la otra nace del conocimiento de una persona especial, con peculiaridades que la hacen diferente y, de esa manera se encasilla en el marco del escrito, porque va a enriquecerlo. Allí surgen preguntas, cómo carajos lo o la bautizo, los nombres actuales por su contemporaneidad no se permiten en otros espacios de tiempo y lugar, que tal una Melissa a finales del siglo XIX en un pueblo antioqueño, así sea un nombre de origen griego, de igual manera una Sandra Milena, Valentina o Dulce María; un Yeisón en la guerra de los mil días o un James René en la Bogotá de comienzos del siglo XX. He ahí el dilema, Aurora o Adelaida, nombre a escoger para un personaje arrollador pero disperso que me encontré en el camino, perfecto para encajar en la historia por su inteligencia anticipada en el tiempo, pero que cuyo nombre no encaja en el tiempo ni lugar, hay que bautizarla con el derecho de autor. Cual tendrá más fuerza y trascenderá, así sea un personaje secundario o terciario que lo definirá el ritmo y el giro de la historia en su momento. Que responsabilidad, que dudas de padre literario, ¡fue más fácil con Federico!

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