EL CÉSAR PEREIRANO Y EL ESCRIBIDOR.

Por: Leonardo Franco Arenas / El Imparcial_______

El poder político de César Gaviria Trujillo, acumulado durante décadas de ser protagonista en el escenario nacional está basado especialmente en lo que se conoce en el argot clientelista como “manzanillismo”, del cual fue alumno aventajado del Plumón y otros líderes regionales con quienes le quitaron el poder político a Camilo Mejía Duque en la comarca. Lo impulsaron hacia una meteórica carrera en la política nacional, convirtiéndose desde la curul de Representante a la cámara primero y su cargo de viceministro de desarrollo más tarde en un hábil jugador en el mundillo político colombiano.

Su paso por la alcaldía de Pereira y la dirección del La Tarde afianzaron su poder local y dirigir la campaña de Barco a la presidencia y ser nombrado como director adjunto del Partido Liberal en 1986 lo catapultaron en el ámbito político nacional, poder que se consolidó cuando fue nombrado ministro de Hacienda y más tarde de Gobierno, insumos precisos y necesarios para un avezado manzanillo que debido a su astucia, el ejercitado malabarismo burocrático y sobre todo la sagacidad para mantener contentos a los enquistados barones electorales, no solo de su partido, inclusive en las regiones con puestos, contratos, cuotas burocráticas (la mermelada de ahora) o los pare y siga electoreros conocidos como avales, convirtiéndose en un dos por tres en figura nacional, pero muy atrás en la fila de la presidencia. Su llegada al palacio de Nariño se aceleró por causas que todos conocemos y resultó elegido.

Entre todo ese mar de información que encontramos en medios o en redes, unas muy buenas, sin que esto quiera decir estar de acuerdo, pero por su calidad de contenido o estilo de escritura son respetables, hay otras no muy buenas que tienen una clasificación de acuerdo a calidad, objetividad, quién escribe y sobre todo de sus intenciones. Entonces decía, me topé con una columna dedicada a César Gaviria indicando su cercanía personal, yo le agregaría, en algunas ocasiones la connivencia política de acuerdo a la utilidad  para este autor.

Expresa en este escrito el autor, que la convención liberal realizada en Cartagena dejó contentos a los liberales y tranquilos a muchos colombianos. ¿Seguro? Primero, ese conato de pelea, un enfrentamiento a golpes y empujones que se ha visto en videos parece expresar lo contrario, en el mismo sentido las demandas anunciadas contra la resolución con la que fue convocada la IX Convención Nacional del Partido Liberal por presuntas irregularidades, y al trámite de la elección por constreñimiento y manipulación de los mecanismos en el voto electrónico. Estarán contentos solo los correveidiles del ex mandatario, esos miembros de la corte gavirista que se lucran y cobran de contado.

De otra parte, la mayoría de los colombianos no estamos tranquilos y mucho menos la base liberal que le tocó esperar con dos años de retraso esta convención, observando como las esperanzas de renovación y cambio se esfumaron por las artes mágicas de un prestidigitador decadente que manejó a su antojo su reelección.

En otra línea pronostica el escribidor “Es una vergonzosa derrota al gobierno y a Petro, que presagia la catástrofe electoral que se les avecina” se equivoca de cabo a rabo, ni el gobierno ni el presidente Petro tuvieron alguna derrota, si acaso los perdedores de este nefando ejercicio fueron los liberales, anestesiados en la modorra de una majada de ovejas pendientes solamente de los ladridos del perro pastor. La predicción de una catástrofe electoral para el progresismo, tiene una explicación: pensar con el deseo y desde la posición cómoda del que da por hecho el resultado de su apetencia.

Por último hace una especie de proclama  sobre Gaviria, “Colombia lo necesita como nunca antes” y remata refiriéndose al paisano y a Uribe, “No veo más opciones”, creo que se refiere para decidir  el futuro de Colombia. Es su derecho a la libre opinión y expresión, es claro, pero arrogarse el derecho a la vocería de la Nación está fuera de contexto.

El país desea ver a los veteranos políticos ya jubilados en el seno de su familia, recorriendo sus colecciones de arte el uno y acariciando los caballos en su pequeña propiedad el otro, o en un asilo de alto nivel los dos, jugando damas y escuchando noticias.

 

 

 

 

 

 

 

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