COLUMNA DE MARGARITA ROSA DE FRANCISCO.

www.latardedelotun.com._____

Estoy harta de las columnas pero escribí esta:______

EL SEÑOR DEL SOMBRERO______

El domingo antepasado salí con mi holandés a desayunar. Cuando terminamos de comer, me propuso ir a un mercado de misceláneas en un pueblo cercano.

Ya en el mercado, me sale al encuentro un señor con un sombrero blanco y acento colombiano. El hombre se dirige a mí, a medio sonreír, y me dice: “Mirá como nos dejaste el país, Margarita, te deberías devolver a la Colombia de Petro”.

Yo había decidido seguir derecho, pero, un poco más adelante, me sorprendí a mí misma queriendo devolverme, y así lo hice para preguntarle: “Señor, ¿usted me está culpando a mí por el voto que dieron once millones setecientas mil personas?”, a lo que el hombre del sombrero contesta: “pues sí porque ayudaste. Y una cosita: ¿acaso no te tocó la alcaldía de Petro?”.

Muy aturdida le contesté que no.  El señor del sombrero quedó satisfecho con mi respuesta (no más preguntas, señora juez).

Es la primera vez que alguien me interpela en la calle con el asunto de mis opiniones políticas que, de manera sorprendente, se ha convertido en una rareza inconcebible. Las “figuras del entretenimiento” no deben hablar de sus preferencias políticas en este platanal, según me ha enseñado el duro juicio de los robots y personas para quienes soy una traidora vendepatria.

No estaba preparada para el canto en FA MAYOR del señor del sombrero y, además, no soy veloz para responder a este tipo de cosas.

Curiosamente, sí vivía en Bogotá durante la alcaldía de Gustavo Petro y recuerdo bien cómo me inquietó (cuando todavía no me había convertido al mamertismo) lo que parecía más una persecución contra él y sus políticas sociales.

(Más o menos lo mismo que pasa hoy a escala nacional).

Pero la parte que me interesa no es defender al presidente, quien debe saber defender su proyecto más que a él mismo, denunciar la corrupción en su propio entorno y procurar que se ejecuten las obras que se les prometieron a sus votantes más esperanzados y necesitados.

Lo más interesante del cuento es el criterio del señor del sombrero que, estoy segura, comparten muchos como él desde una insólita y hasta halagadora concesión que me hacen de un poder de convocatoria más grande que el del mismísimo jefe del Estado.

El señor del sombrero me otorga más poder que el que tuvieron  los jóvenes que despertaron y resistieron en el estallido social del 2021, más poder que el de las mujeres cabeza de familia, más poder que el de las negritudes que apoyaron a Francia Márquez, más poder que el de la guardia indígena, más poder que el de los millones de ciudadanos indecisos que (a regañadientes, lo sé) tuvieron la lucidez y la decencia de no votar por el pícaro de Rodolfo Hernández; más poder, incluso, que el que tiene el mismo Armando Benedetti.

El señor del sombrero no sabe a quién echarle la culpa de que la sociedad colombiana esté cambiando y le cuesta todavía más aceptar que yo, una mujer blanca, con una imagen pública y rodeada de bondades desde la cuna, represente uno de los síntomas más perturbadores de ese cambio.

El señor del sombrero, desde su penosa ignorancia, cree que apoyar los principios medulares del progresismo equivale a ser comunista y fanática petrista. Me pregunto si sabrá que ser progresista es desear que, así como él y como yo, la sociedad completa tenga acceso al básico nivel de bienestar por derecho propio y no por astucia de la sobrevivencia.

Casi estoy segura de que el señor del sombrero y yo queremos lo mismo; la diferencia está en que cada uno ve un modo distinto de llegar a ese estado de bienestar y al Estado que debe hacer posible tal utopía.

Como ciudadana e individua autónoma, me hago responsable de mis decisiones y de mis equivocaciones.

El esfuerzo del activismo vale la pena si la idea es construir una ciudadanía estudiosa que también haga lo mismo para que no sigan surgiendo, de la nada del pensamiento, señores que lo único que les queda bien puesto en la cabeza es un sombrero.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *