
Por: Leonardo Franco Arenas / www.latardedelotun.com _____
El poder hegemónico en Colombia estaba acostumbrado a decir, hacer y proyectar lo que les diera la gana; el pueblo ignorante, sumiso y acorralado ni siquiera protestaba. Es por eso que, salvo algunas revueltas sociales reprimidas a sangre y fuego por esos mismos poderes, como la marcha del silencio, marchas de 1996, masacre de las bananeras, movilización agraria de 2013, Paro cívico nacional en 1977, entre otras, todo fluía a un cauce de normalidad.
De igual manera, los magnicidios de líderes políticos que comulgaban con una ideología social de equidad, diferente a la que tenían las élites de poder y que fueron asesinados, Jorge Eliécer Gaitán, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo, Manuel Cepeda, Carlos Pizarro, Jaime Pardo, Rafael Uribe Uribe en su momento, también desataron rebeliones y protestas; unas acalladas por la fuerza del establecimiento, las otras manipuladas para crear conflictos interpartidistas (la violencia). Todo continuaba igual; seguía el curso que marcaban los clanes dominantes, sin darle importancia y sospechar que la situación iba llegando al límite, a su punto de inflexión.
Ese día llegó y la narrativa cambió. En varias ciudades del país, a partir del 21 de noviembre (21N) de 2019, al 21 de febrero de 2020, se desataron protestas sociales en lo que se denominó EL ESTALLIDO SOCIAL. Estas fueron convocadas desde el 4 de noviembre por distintos sectores de oposición. Lo demás es una historia vivida, luchada ante una oposición obtusa, pegada a los mismos discursos de miedo, amenazas y bulos constantes.
Petro, en lugar de sufrir el desgaste natural de un mandatario que ya está cerca de iniciar su último año de gobierno, expuesto a ataques infames y mentirosos desde el primer día, capoteando problemas con algunos colaboradores infiltrados en el gobierno o picados por la avaricia, se ha crecido. Su estatura política, inteligencia, preparación y visión humanista del mundo, lo han llevado a ser reconocido en el exterior y por la gran mayoría de sus compatriotas como un gran estadista y el mejor presidente.
La derecha en cambio, anquilosada en el tiempo, torpe y decadente, solo se limita a criticar con un gran componente de falsedad y chisme, enfocando sus perversas baterías de ataque en cosas sin trascendencia, narrativas inventadas, embustes de vecinas.
Con todo lo anterior, han pretendido enlodar al presidente y su gobierno, torpedear sus iniciativas y reformas sociales, frenar la inversión en proyectos, echar por la borda las alternativas de financiación de programas de gran envergadura. Hay ver quienes lo atacan, de dónde llega la implacable persecución a todo lo que huela a Cambio: políticos tradicionales, congresistas de la oposición, representantes de la rama judicial, grandes corporaciones económicas (los cacaos del país), medios de comunicación tradicionales, precandidatos presidenciales de derecha, ultra derecha y centro (Claudia, Fajardo, Peñalosa, etc.), bandidos (paramilitares, contrabandistas y narcos), gamonales territoriales y la mayoría de los ex presidentes.
Ahora bien, al presidente el tiempo le ha dado la razón casi en todo lo que ha propuesto y absuelto de lo que ha sido señalado. Lo mantienen bajo una lupa gigante y lo único que pueden hacer es inventar patrañas y bochinches. Gustavo Petro tiene una excelente imagen a nivel mundial, ganándose a pulso el respeto de la comunidad internacional, inclusive de Mr. Trump, quien sí mantiene arrodillada a la derecha colombiana.
Los ocho ineptos senadores de la Comisión 7° del Senado hundieron la reforma laboral, ignorando y pasando por alto los derechos ganados hace muchos años por la clase trabajadora del país, encendieron la mecha y se sentaron sobre el barril de pólvora que esto significaba. De manera ladina se comportaron, haciendo burla del clamor social, ignorando que las cosas han cambiado: el pueblo abrió los ojos y ya no se deja ultrajar sin consecuencias. La ineptitud intelectual de “Onagros y Onagras tropicales” es evidente y, por tratar de joder a la mayoría, metieron las patas hasta el cuello.
Pasados unos días por fin vieron el “cagadón” que habían excretado, los abrumó el pánico, con esta acción incitaron a la masa a revolverse airada en contra de esta ofensa. Ahí sí, quién dijo miedo; salió el apergaminado Gaviria a proponer de manera solapada y grandilocuente como si fuera un favor, una poco seria microreforma laboral, el gobierno y las gentes le hicieron pistola y la tuvo que archivar inmediatamente. Imagino que en un lugar personal donde no llega la luz.
Posteriormente, luego de radicar la consulta popular en el Congreso, políticos, medios, grupos económicos, etc., etc., cayeron en cuenta de que habían despertado al monstruo. El pueblo abrió los ojos y exige sus derechos. El miedo los invadió cuando cayeron en cuenta de lo que les va, pierna arriba. Dieron papaya y perdieron; se pegaron un tiro en el pie solitos y andan como incendiados, buscando cómo apagarse. La consulta vale mucho dinero; la reforma es mejor, ahora sí les parece. Los tramposos saben que, con sus triquiñuelas, no alcanza el tiempo para validarla en el Senado. Los Julitos, Juan Pablos, Néstor y todos los periodistas prepagos han tratado de desvirtuarla, pero no han podido. Hasta RCN publicó una encuesta donde más del 85% de los colombianos están de acuerdo con la consulta; la gente la quiere y la defiende.
El pueblo colombiano merece manifestarse en las urnas; es un derecho constitucional. La Nación lo entendió y exige que se aplique. Mientras tanto, los congresistas de derecha sienten que la consulta laboral, que de manera ligera y deshumanizada echaron a la caneca, ahora pende sobre sus cabezas como espada de Damocles. Si la aprueban para que sea votada, desde ahora iniciará la campaña política del 26 y no tendrán cómo responder. Si la niegan, de igual manera, quedarán expuestos ante los electores. Consulta SI es el clamor.
¿Los jodimos o se jodieron?