
www.latardedelotun.com / Fuente: El Unicornio. _______
Por: Yezid Arteta Dávila * _______
Controvertir, pero no asesinar. El atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay es repudiable. Sin paliativos. Nada justifica la anulación de un adversario político por la vía del homicidio. “No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero defendería su derecho a poder decirlo”, es una sentencia —atribuida falsamente a Voltaire— que se adapta perfectamente al estado de crispación que vive Colombia. La inmensa mayoría de operadores políticos no han estado a la altura de los acontecimientos o juegan a ser detectives.
La romería hacia la Fundación Santa Fe —lugar donde se debate entre la vida y la muerte Uribe Turbay— de políticos al uso posando de santones es una doble desgracia para los deudos del joven senador. Tirar de alegatos incendiarios y tomarse selfies en un escenario de dolor son muestras palmarias del miserable listón de valores que ostenta la mal llamada “clase dirigente” de Colombia. La deshumanización en grado superlativo. La pornomiseria como regla de oro. “Quienes dirigen a Colombia tienen la enorme responsabilidad de no incendiar al país”, expresó el cardenal y arzobispo de Bogotá Luis José Rueda, una solitaria y sensata voz.
Los habitantes de una sociedad medianamente decente cierran filas ante un crimen atroz, como ocurrió esta semana en la sureña ciudad austriaca de Graz, donde un chico asesinó con una escopeta a una profesora y nueve estudiantes de un instituto. Una tragedia nacional que unió en una sola voz al canciller conservador Christian Stocker con la militante comunista Elke Kahr, alcaldesa de la segunda ciudad de Austria en la que ocurrió la masacre. “Graz permanece unido”, reza una pancarta fijada en la estación de trenes de la ciudad. En Colombia, el atentado contra Uribe Turbay, en cambio, motiva una pugnacidad entre gobernantes y opositores, asimismo un incremento del odio entre la ciudadanía. A ningún presidente de Colombia le reclamaron en el pasado por los asesinatos de Lara, Galán, Pizarro, Jaramillo, Pardo Leal o el humorista Garzón a manos de narcos y paras. Es la primera vez que voces pirotécnicas acusan a un presidente —Gustavo Petro— por un magnicidio.
Estamos ante un fenómeno de violencia y miedo global. Ardió París durante la celebración de un trofeo de fútbol. Las calles de Los Ángeles, California, son escenario de violentos enfrentamientos por las disparatadas redadas de “la migra”. México está azotada diariamente por una sumatoria de asesinatos derivados de la guerra entre los narcos. El canal RCN fue atacado a piedras por cientos de personas alienadas que no compartieron el fallo de un reality. Málaga, la cuna de Picasso, está en la lupa de las autoridades españolas luego de una seguidilla de tiroteos y asesinatos, entre los que se cuenta el de dos personas que la prensa británica vinculó a la mafia escocesa. Buenos Aires vive a diario los enfrentamientos por los recortes de Milei. La apacible Austria es sorprendida por una “historia americana”, un asesinato múltiple. En Gaza sucede un genocidio a la vista del mundo. En el camerino del estadio metropolitano de Barranquilla, los jugadores de la selección absoluta se agarran a empujones luego de un partido. El próximo 14 de junio hay convocadas más de 1.800 manifestaciones en los Estados Unidos —No Kings Day— en un ambiente caldeado. En fin. ¿Qué está pasando, Viejo Topo?
Le pedí al profesor Vicenç Fisas que me compartiera en PDF su reciente ensayo Manual para crear miedo con el fin de encontrar algunas claves sobre esta ola de violencia y miedo que irrumpe en la política, el espectáculo o la vida cotidiana. En el ensayo, Fisas toma una serie de mediciones sobre el estado de ánimo de la población, y las consideraciones que Zygmunt Bauman y una docena más de renombrados pensadores expusieron sobre la ingeniería social del miedo. Una especie de post realidad creada por charlatanes y amplificada por medios y redes sociales que llevan a millares de personas a señalar y apalear enemigos infundados y creerse amenazas vagas. “Cuando se activa, el miedo impulsa respuestas como la huida, la lucha o la sumisión”, destaca el profesor Vicenç Fisas en su libro.
La lógica del miedo no puede llevarnos, Viejo Topo, al uso de la violencia. La contradicción es legítima dentro de una sociedad democrática. Colombia no puede ser arrastrada hacia el absurdo de combatir la violencia con más violencia. Balín, como clama un charlatán, no puede ser la irremediable alternativa de un país que ha visto perder por la acción de los disparos a sus mejores hombres y mujeres. Aún estamos a tiempo para alcanzar un mínimo consenso alrededor de la vida y la protección de la política.
@Yezid_Ar_D
* Tomado de la revista Cambio Colomba