Del libro, LECCIONES DE FILOSOFÍA CON MI NIETO MATÍAS.
Por: Profesor Carlos Saracay Rivas
Publicación # 4
Matías dice: Hay que saber saborear la vida, y con una amiga a la par, mejor.
Pero saborear la vida no es solamente chupar la paleta o el bombón, ni mucho menos, sólo chupar guaro, como dicen en El Salvador. Recordemos que Matías nos habla desde la epistemología, por lo tanto chupar es más que gozar, es pensar, trabajar y compartir.
La antropología tradicional definía al hombre, incluyendo siempre en ese concepto filosófico a la mujer, por supuesto, como un ser de necesidades y satisfacciones. Para no caer en extremos feministas ni machistas, hablemos del ser humano, del fenómeno humano, recomendaba Tehilard de Chardín.
Y eso somos los humanos básicamente un cúmulo de necesidades que buscan afanosamente su satisfacción, comenzando por respirar, amamantarse, comer, mirar, sentir, reproducirnos y miles de necesidades más. Sin embargo, muy pocas veces nos referimos a esas necesidades superiores, que nos distinguen de los animales y demás seres, como trabajar, pensar, compartir solidariamente, sublimar, y trascender, entre otras tantas miles.
A esta edad, Matías, saborea su chupeta, la deleita, se la goza a toda satisfacción, pero se da un tiempo y mira, mira profunda y atentamente, como quien dice, no es esto solamente lo que hay que gozar… son muchas las otras tantas que me faltan y que me dispongo a conocer y saborear.
Está pensando en su largo camino de ser humano, en el que vendrá el deporte, el estudio, el arte, la ciencia, experiencias espirituales, religiosas y trascendentes. Vendrá el trabajo y las responsabilidades familiares y ciudadanas, pero que en verdad epistemológicamente son para gozar, para disfrutarlas a toda emoción.
Hay que comprender, por supuesto, que no todas estas necesidades, dadas las circunstancias económicas y sociales, son satisfechas, no se alcanzan a gozar, porque no te las ofrecen, porque te las imponen como castigo o no te las compensan con justicia, equidad y proporcionalidad. Por lo cual surge una nueva necesidad: la de luchar por ellas.
No es justo, por ejemplo, que el trabajo, la primera necesidad que produce gran satisfacción lo hagamos con pereza, con fastidio y como si fuese un castigo. “Porque el trabajo lo hizo dios como castigo” dice una canción de Alberto Beltran. Oigámol, El negrito del batey, YouTube.
El trabajo es el origen de la humanidad, científicamente hablando, no hay otra posibilidad de habernos transformado en seres humanos sino transformamos la naturaleza para satisfacer necesidades básicas de nuestro vivir. Federico Engels en una obra en la que cita a muchos otros antropólogos de su época lo desarrolla muy amenamente. La obra se llama, “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”, una lectura agradable, tanto como el Génesis de la Biblia, pero sin la fantasía y el machismo, que tanto daño le ha hecho a nuestra sociedad y cultura.Trabajar debería ser la acción más grata y placentera del ser humano, para que así como Matías y su amiga, María Alejandra, nos muestras esa sabrosura, trabajar se goce igualmente y deje de ser el castigo, la jartera o zozobra e incertidumbre como lo ha sido y lo es ahora, con muy pocas excepciones. Los sueldos bajos, el acoso laboral, la falta de garantías y condiciones incómodas e insalubres nos han quitado el deleite al trabajar.
Así mismo, desde la explotación del trabajo, hay otras necesidades de alta satisfacción, que nos caracterizan como seres humanos, pero que no alcanzamos a satisfacer ni a gozar: PENSAR, por ejemplo, la más noble y alta de las necesidades.
Pensar por sí mismo se ha vuelto imposible, desde niños nos imponen una forma autoritaria y dogmática de concebir el mundo, la vida personal y social, lo ético y lo político, como leyes divinas… somos seres castrados mentalmente desde niños, demuestra Sigmund Freud y muchos psicoanalistas. Le tememos a la libertad, dice Erich Fromm. Cantidades de necesidades y satisfacciones tergiversados o llevados a extremos que causan destrucción, en lugar de satisfacción, como el sexo, el licor, las drogas, la música, el arte, lo sublime y trascndental, vuelto mito, absurdo o religión.
Epistemológicamente el placer puede ser displacer, construcción y destrucción de lo humano. Sólo el pensamiento nos podría salvar de perecer sumergidos en una historia desigual, injusta, inhumana. La contradicción, la negación, son ineludibles pero el pensamiento nos puede llevar a una condición de síntesis, donde haya más equidad, más participación en toda la vida de los humanos, no sólo en el trabajo, sino también en el disfrute de la riqueza que él produce. Pero estamos bien lejos de alcanzar este alto nivel de humanismo, de armonía económica y social, que han llamado amor, socialismo, comunismo, sin atender a su connotación politiquera, son conceptos que se refieren a una vida social más armónica, equitativa, progresista, altamente desarrollada, donde se supere la desigualdad y se pueda compartir y desarrollar personalmente toda la potencialidad humana, tanto personal, como socialmente. No precisamente un paraíso, al estilo del Génesis, sino un paraíso terrenal, humano, con todas las vicisitudes, contradicciones y problemas que somos… pero donde prime la comprensión de la diversidad, de la multiplicidad y, hasta de la contradicción: de la vida y la muerte, del trabajo y el placer, de la alegría y la tristeza, de la soledad y la compañía… Buscando siempre la armonía entre lo humano, la naturaleza y el universo… Hasta comprender el infinito y la nata, nuestra particularidad y lo universal.
La siguiente foto de Matías, con Gladys y Jhango me hace recordar de un planteamiento profundo que en alguna ocasión especulando sobre epistemología y metafísica me plantea Gladys: Si los humanos no logramos la armonía, entre nosotros y con el universo, si no logramos que todos tengamos la oportunidad de desarrollar todas las cualidades, de trabajar y disfrutar equitativamente, no ha valido la pena haber llegado a pensar.
En esta fotografía parece que se lo hubiese dicho a Matías y él se agacha preocupado, porque seguramente no es fácil, ¿no será posible?, se pregunta, buscando en su futuro los tantos y tantos caminos, que pueden surgir, esperanzas y posibilidades que se pueden frustrar, como las que a nosotros nos ha tocado vivir: revoluciones inconclusas, traicionadas, socialismos sepultados, o bloqueados. Líderes vendidos, corruptos, o cruelmente asesinados.
Jhango, parece también haberse contagiado de la preocupación. Sólo Matías podrá llegar a saber un poco más de esto, del destino de lo humano y de los ideales de verdadero amor, de compartirlo todo y no negarle a ninguno la oportunidad de pensar. Mientras tanto disfrutemos con Matías y María Alejandra un poco de la inmensa paleta de la vida.Y veamos como consuela a Jhango por lo difícil de comprender esta contradicción si no llegamos a una Síntesis Humana.
Sobre El papel del trabajo…
El miedo a la libertad